Este 2021 comenzarán también los primeros aniversarios luctuosos de quienes han perdido la vida a causa del COVID-19
Pocos tenemos la fortuna de saber manejar las pérdidas de nuestros seres queridos porque esas herramientas emocionales nunca nos han sido enseñadas y mucho menos cuando todo es tan repentino.
Hay quienes no entienden la palabra duelo y solo dirigen su sentimiento de tristeza a una pérdida y al propio dolor que ocasiona. Sin tiempo de recuperación, ni la propia aceptación que a veces se nos van amigos o familiares sin siquiera haber concluido las pláticas aquellas, los perdones, los recuerdos y las añoranzas.
Hoy en día hablamos más de la muerte que de la vida, porque la balanza de nos ha desbalanceado.
Entonces acudimos a las cajas de recuerdos con las fotos impresas, a la memoria del teléfono o la computadora y ya de menos, a las redes sociales para recordar a quienes se nos fueron.
Hijos, amigos, papás, abuelos, tíos, maestros, parejas, conocidos, primos y hasta familias enteras se han ido. ¿A dónde se van sus fotos? ¿Las guardo conmigo o las dejo en la red?
Este 2021 comenzarán también los primeros aniversarios luctuosos de quienes han perdido la vida a causa del COVID-19, un virus mal enfrentado en nuestro país.
Un virus que ha sido ignorado, de más a menos, como las propias medidas de prevención y obligación del gobierno para instaurar una estrategia correcta para el sector salud y económico.
Ya lo sabemos, no ha sido novedad.
La mutación ha estado en personajes como el subsecretario Hugo López-Gatell que no solo ha desatendido la seriedad de una pandemia que ha cobrado más de 2,761,997 millones de vidas, quien también ya sufrió la enfermedad y logró recuperarse para estar al día de hoy de vuelta en las conferencias diarias.
Una propia metamorfosis de quien ha perdido cualquier tipo de acercamiento con la realidad y con la vida de las y los mexicanos.
El día de ayer cuando se le ocurrió la variante reflexiva que los 200mil números de personas se convertían en una cifra más para los medios, por aquello de informar los avances y por lo tanto la situación de una pandemia que ni él mismo ha sabido informar de manera correcta.
Las fotografías que hoy presento, aunque son muy pocas, representan el lado más triste de la pandemia y la irresponsabilidad del Subsecretario de Salud y el resto del Gobierno Federal.
El duelo y la tristeza nos lo apropiamos porque somos seres humanos, y porque quienes mueren son hombres y mujeres con historia, con familiares, con amigos y se enfrentaron a una enfermedad con el mismo temor que cada uno de nosotros tenemos de tenerla.
Los rostros que aquí vemos fueron tíos, abuelos, padres, suegros, profesores, amigos, primos y quienes me hicieron el favor de compartirlos, no ven una cifra, ven un sinfín de recuerdos y sobre todo sienten la pérdida.
Nos apropiamos de lo que nos llega, nos conmueve y nos causa empatía. Coincidimos en la tristeza y el duelo, ese que no sabemos ni cómo enfrentar.
Eduardo Cardozo, por ejemplo no estuvo ni una semana internado cuando a todos nos sorprendió su pérdida. Carlos Castañeda, enfrentó la enfermedad en su casa y cuando parecía que mejoraría tuvo que ir al hospital y semanas después no lo logró.
La familia Murrieta fue perdiendo de uno en uno, demoliéndose una historia completa de un hogar que despareció en cuestión de dos meses.
Por suerte están los medios, los reporteros, los fotoperiodistas, los que salen todos los días a ayudar a quienes en este momento no saben cómo enfrentar ni la enfermedad, ni las muertes. Tenemos la fortuna de contar con medios y de distintos “intereses” como usted le llama, para enterarnos de lo que en realidad sucede y no lo que ustedes creen que pasa.
Los medios no informan por afición, lo hacen como una debida obligación. “La libertad de expresión es de quien la trabaja” diría Carlos Payán hace muchos años.
Los retratos nos transmiten emociones y las miradas de quienes aparecen, nos ayudan a recrear una historia por la que sonríen o por la que llegaron a posar a la cámara.
Todos ellos han dejado un vacío en sus hogares, en sus camas, en la sala de televisión, en sus trabajos, en sus familias. Así como ellos hay más de 200mil personas que ya no están y si elegí hoy presentar sus rostros, es porque alguien debe de decirles a sus familiares que nos reconocemos en su tristeza porque nos duele verlos rotos.
Porque mi tío Ernesto, la abuelita de Ana, el tío abuelo de Carlos, el suegro de Maeba, Sergio el amigo de Claudia, Carlomagno amigo de Marina, la mamá, la tía y el primo de Laura, Mr. C quien fuera profesor de muchas generaciones en el Tec o Carlos Castañeda en el ITESO no recibieron la suficiente información, los medicamentos correctos y la disponibilidad hospitalaria para ser tratados de manera apropiada y eficiente, como usted Dr. Gatell.
Así muchos, que incluso si los propios medios se dieran a la tarea de publicar una fotografía de cada uno, tendrían que dividirse porque no podría hacerlo uno solo.
Todos ellos, los que enferman, los que no han tenido un tanque de oxígeno, una caja de medicamentos o la vacuna, están en riesgo latente de la muerte, mientras que en Palacio Nacional solo se preocupan por los intereses que no concuerdan con los de ellos y por su afición a ignorar.
Las fotografías nos sirven para recordar que no son cifras, sino que fueron hombres y mujeres con historias que han quedado truncadas en medio de una pandemia mal manejada.