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Históricamente, México no ha sido un país abierto a la migración. Aun antes de las caravanas, según el Índice de Aceptación a la Migración de Gallup 2017, dos de cada tres mexicanos rechazaban el ingreso de migrantes al país. Los estudios más recientes no solo refuerzan esta tendencia, sino que la muestran cada vez más negativa y con implicaciones para nuestros propios migrantes.

Una encuesta reciente de Consulta Mitofsky (https://bit.ly/2tYxlUW) evidencia que las caravanas de centroamericanos generan dos grandes temores entre los mexicanos: inseguridad y desempleo; en ese orden. Tienen miedo de que los migrantes generen más delincuencia y de que les quiten sus trabajos.

Eso explica que casi 80% de los entrevistados apoyen que los centroamericanos sean repatriados, en vez de ofrecerles empleos por razones humanitarias, como lo ha propuesto el presidente López Obrador.

Estas actitudes tienen tintes xenofóbicos, no muy distintos a los que condenamos en el discurso cuando se trata de nuestros paisanos. Según algunas encuestas, una mayoría de mexicanos admite que no rentaría una habitación de su casa a un centroamericano, un rechazo superior al que se expresa hacia personas con ideologías, creencias religiosas o preferencias sexuales distintas.

Por ello no sorprende que cuando se pregunta a los encuestados cuál es su sentimiento frente a las imágenes de centroamericanos detenidos por la Guardia Nacional, la aprobación (46.4%) se impone por mucho a la tristeza (25.7%).

Asombra que cuando esta misma pregunta se plantea con los paisanos retenidos por la Patrulla Fronteriza en Estados Unidos, las respuestas no son muy distintas. A diferencia de lo que uno esperaría por tratarse de compatriotas, 33.6% expresa aprobación a las detenciones y solo 28.2%, tristeza.

Esta falta de empatía con los nuestros es algo de lo que no había registro. El peor escenario era la indiferencia. Pero que ahora muchos de los encuestados aprueben las detenciones de la Patrulla Fronteriza es algo nuevo.

La animadversión contra los inmigrantes ya ha permeado la percepción sobre nuestros propios migrantes. Un resultado muy triste que amenaza con erosionar los vínculos de solidaridad afectiva entre los mexicanos de ambos lados de la frontera