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Los mismos analistas que a principios del año anticipaban una catástrofe para el peso y nadie lo bajaba de los 21 por dólar para el cierre del año, son los que ahora irrumpen con pronósticos para el cierre del 2017 en niveles inferiores a 17.50.

Lo único que esto prueba es que no hay pronóstico más impreciso que el del comportamiento cambiario. Y tiene lógica que así sea cuando en el caso de la economía mexicana se ha elegido al peso como el pararrayos de los impactos externos, lo cual dicho sea de paso es toda una virtud.

Esta misma semana será una en la que la moneda mexicana estará retando los niveles alcanzados tanto con datos locales como externos.

De entrada la inflación de la primera quincena de julio quedó ligeramente arriba de las expectativas pero en un nivel tolerable y que marcaría ya un punto de inflexión respecto a los niveles más altos alcanzados.

Del aumento anualizado del Índice Nacional de Precios al Consumidor, 6.28% podría ser el primer escalón en el descenso de las presiones, desde 6.33% previo. Es una golondrina en este verano, pero puede ser el pavimento para la puerta de salida que necesita Agustín Carstens para irse tranquilo a Suiza.

Además, es indispensable que haya una baja consistente en la inflación para que el nombramiento presidencial, la ratificación senatorial y el relevo en la silla del Banco de México sean tersos y con un candidato que no esté determinado por la urgencia o las presiones.

Esta semana también los mercados enteros, junto con la moneda mexicana por supuesto, estarán atentos a la decisión de política monetaria que tome la Reserva Federal (Fed) este miércoles. El consenso es que antes de la pausa de verano los banqueros centrales estadounidenses no moverán la tasa de interés, pero sí podrían dejar pistas más claras para rumiar durante todas las vacaciones.

Al igual que en México, la política se mete en las entrañas de la Fed y a la par de los cálculos del futuro de la tasa de interés, hay apuestas sobre quién será el siguiente titular del banco central estadounidense.

Y de aquí al final del año, cuando se cumple el plazo para ver quién le atina al pronóstico del tipo de cambio faltan eventos tan importantes como la evolución de las negociaciones del acuerdo comercial trilateral.

El consenso se empieza a inclinar hacia una mejor perspectiva para la economía mexicana. Desde el incremento en la estimación de crecimiento para este año del Producto Interno Bruto mexicano del Fondo Monetario Internacional, hasta el cambio en la perspectiva de la calificación crediticia de Standard & Poor’s.

Hay más creencias que tendencias, como le ocurre a los pronosticadores del tipo de cambio, pero esperar una buena renegociación comercial con Estados Unidos, confiar en que se multipliquen los buenos resultados de la reforma energética y augurar que la consolidación fiscal se mantenga por el buen camino son actos de fe.

Pero no hay duda de que la máxima devoción y la más grande decepción recae en los estimados del tipo de cambio.