Elecciones 2024
Elecciones 2024

El recinto legislativo de San Lázaro está, como diría el difunto Pepe Bustos en la canción “Los luchadores”, de bote en bote. Es decir, lleno. Y cómo no, si este día es la toma de posesión de quien regirá el destino del país durante el sexenio 2024-2030. El todavía Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, ocupa la más alta tribuna del país, a su lado el más alto de los candidatos que compitieron por la presidencia: Marcelo Ebrard —un metro 85 centímetros, sin zapatos.

—Hoy llega a su final mi período presidencial durante el cual he combatido el conservadurismo, el nepotismo, el neoliberalismo y el reumatismo —dice AMLO aguantando el dolor de las articulaciones. Por lo que respecta al combate contra la corrupción debo reconocer que luchamos como nunca y perdimos como siempre —se sincera por primera vez desde que fue electo. Si fuera futbol, podríamos decir que el marcador está en nuestra contra por tres moches a cero. Esperamos que en el próximo sexenio caigan los delincuentes machuchones de cuello blanco, César Duarte y Emilio Lozoya que se volvieron invisibles. También Vicente Fox es invisible porque no lo puedo ver ni en pintura. Los legisladores de Morena, del PRI y del Verde, que formaron la alianza triunfadora “Marcelo es de los nuestros”, aplauden lo dicho por el Mandatario que, como prometió, mañana se irá a La Chingada —su rancho en Palenque, Chiapas.

Hoy —prosigue el tabasqueño— transfiero el mando del Poder Ejecutivo a Marcelo Ebrard, que fue elegido, a mano alzada, por el pueblo bueno y sabio que siguió al pie de la letra mis instrucciones. Marcelo se hizo merecedor al cargo cuando gracias a su estrategia y poder de negociación acabó con el injusto cobro de aranceles que pretendía el expresidente Donald Trump.

A excepción de Felipe Calderón y Margarita Zavala, diputados del Partido México Libre; de Jesús Martínez y Jesús Zambrano, diputado y senador, respectivamente, del PRD; y Cuauhtémoc Blanco, senador del Partido América-Guadalajara; el resto de la concurrencia aplaude cuando el presidente saliente toma la banda presidencial y se la pone al mandatario entrante. La banda luce los colores tradicionales de nuestra bandera, con el cambio que, a la mitad de la administración que agoniza, se le hiciera al escudo nacional: el águila en un nopal devorando una serpiente fue sustituida por un ganso acuatizando en el Lago de Texcoco.

El presidente Marcelo Ebrard, luego de poner el micrófono al nivel de su alzada y de rendir la protesta de rigor comienza su discurso: Honorable Congreso de la Unión, mexicanas y mexicanos, permítanme iniciar mi alocución enviando un saludo a la señora Nancy Pelosi, primera mujer en ser presidenta de Estados Unidos que sucedió a Donald Trump el cual se encuentra preso por obstrucción de la justicia como lo comprobó el fiscal Robert Mueller.

En efecto, el magnate Trump está recluido en The Metropolitan Detention Center de Brooklyn, donde, a través de la televisión, mira la ceremonia del cambio de poder en México. Molesto llama a su custodio y le ordena: Quítame eso de la televisión. Lo siento señor, pero parte de su castigo es ver televisión mexicana. Bueno, pero quita eso y pon La Rosa de Guadalupe. No puedo. Cuando menos ponme Pare de Sufrir.

Mientras tanto, Marcelo anuncia sus planes para el futuro de México. Vamos a establecer una alianza comercial y financiera con nuestros amigos los chinos —dice el excanciller acomodándose el cabello para tapar una zona semidesértica de su brillante cabeza. También aprovecho la ocasión para decirles que es necesario la compra de un avión presidencial porque ya estoy harto de viajar, en clase turista de aviones guajoloteros donde no quepo bien.

Con el apoyo y el capital de nuestros queridos amigos chinos —remarca Ebrard para que quede claro— terminaremos el Tren Maya, el Tren Toluca-Ciudad de México y mejoraremos el Tren de Vida del presidente. En otro orden de obras, la construcción del Aeropuerto de Santa Lucía que aún no se termina será cancelada definitivamente y se rehabilitará el Aeropuerto de Texcoco que queda más cerca de mi casa.

Con la ayuda de nuestros nuevos socios orientales y para evitar que los centroamericanos emigren a México construiremos una Disneylandia en Guatemala. Será Disneilandia con i latina para no pagar derechos de autor, porque como va a ser construida por nuestros nuevos y buenos amigos los chinos será una Disneylandia pirata… pero divertida. Micky Mouse se llamará Miguelito Cursor y el Pato Donald será sustituido por el Ganso Donaldo, sólo falta que Trump quiera cobrar royalties por el nombre.

Además —continúa el nuevo Ejecutivo— para que los mexicanos no vayan de shopping a Houston, mis cuates chinos construirán un Mall en Honduras. Tendrá un nombre que honrará nuestros orígenes mayas: Chac Mol. Con el mismo objetivo y con recursos económicos mixtos, es decir, chinomexicanos se abrirán casinos y centros de espectáculos en El Salvador, será como Las Vegas y se llamará Las Nagas.

Marcelo escucha una voz de mujer: Señor, señor… Ebrard despierta, se quedó dormido en el incómodo asiento de un avión. La voz que escuchó es la de la sobrecargo que le ofrece cacahuates. ¿Qué clase de cacahuates? —pregunta el secretario de Relaciones Exteriores. Cacahuates japoneses. No, señorita, yo quiero cacahuates chinos.