Elecciones 2024
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La inflación no es un vampiro. Por eso es que no hay una bala de plata que acabe con ella. Tenemos un banco central que funciona bien, pero no basta con subir las tasas de interés para dominar el alza de precios. La política monetaria no es suficiente porque los precios de alimentos y energéticos están subiendo en todo el Mundo. A algunos conforta que la inflación sea importada y global, pero eso no ayuda mucho. Más bien ofrece una idea de lo complicada que será la solución, sobre todo si consideramos que no toda la inflación viene de afuera. México es un país donde muchos mercados no funcionan. Podemos hablar de oligopolios y monopolios, pero también de violencia y sobreprecios relacionados con pagos a grupos criminales.

El índice de precios al consumidor registra un incremento de 7.7% en los últimos doce meses. Llevamos un año con la inflación fuera del rango objetivo del Banco de México, que es 3% más menos uno por ciento. No volverá a ese rango hasta el 2024, reconoce la gobernadora del Banxico, Victoria Rodríguez. El Banco Mundial ofrece argumentos que refuerzan esa visión: los altos precios mundiales de la energía y los alimentos seguirán dos años más.

El 7.7% representa la inflación más alta en México en 21 años. Las amas de casa empiezan a hablar de los precios de un modo que no hablaban desde el siglo pasado. Son muchas las que desconfían del número oficial de la inflación, en parte porque ellas se enfrentan con los precios de frente cuando hacen el mandado. Las tortillas han subido 20%.  Los aceites vegetales viven un alza mayor a 40%. El aguacate se ha incrementado en más de 15%. La carne de res, 18%. La inflación de alimentos está en torno al 13%, pero la percepción de los consumidores la ubica en 26.1%, de acuerdo a la empresa de ciencia de datos dunnhumby, que elabora Consumer Pulse.

La inflación no es un vampiro pero mete miedos. Una vez que pasa ciertos límites, deja de ser un fenómeno económico y se convierte en un problema social. En un asunto político. Hemos llegado a ese punto. AMLO está consciente que le puede costar popularidad y, eventualmente, complicar su capacidad de maniobra, para ganar elecciones, pero también para gobernar. La inflación afecta a los grupos más vulnerables, situados en los niveles más bajos de ingreso. Además, incrementa la vulnerabilidad de las clases medias, que resienten la imposibilidad de acceder a algunos bienes y servicios; aquellos que eran parte de su normalidad y les daban status. Eso pasa en México y en el mundo. El shock inflacionario se produce en un momento en el que no se había completado la recuperación económica de la crisis que provocó el covid. Son dos golpes en uno. Hay un riesgo excepcionalmente alto de disturbios sociales en América Latina, advierte el FMI.

El presidente y su gabinete llevan días negociando con algunos de los principales empresarios y dirigentes de organismos empresariales un acuerdo para contener el alza de los precios. En cualquier momento anunciarán algo que esperamos que sea mas significativo que los acuerdos de inversión. Ha trascendido que el objetivo del gobierno es lograr que se frenen los aumentos de precios en 25 productos de consumo básico. Las filtraciones son pobres en los detalles más relevantes: ¿viene un esquema de control de precios o se trata de una negociación/exigencia gubernamental para que los empresarios moderen sus ganancias? ¿Qué pasará con los salarios? ¿participarían CFE y Pemex en el pacto? ¿Cómo se resolverá el impacto para los productores de insumos clave que se han disparado en los mercados internacionales, como el maíz, el trigo, los aceites…los fertilizantes?

La inflación no es un alucinógeno, pero puede alterar la percepción de la realidad y provocar remedios que son tan dañinos como la enfermedad. Hay quienes piensan que se puede combatir con éxito a través de controles generales de precios. Olvidan los problemas que este tipo de “solución” produjeron en México, en los setenta: mercados negros y carestía. La inflación no es un vampiro.