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¿Cuánto costará Litiomex, cuánto producirá? El presidente y su equipo están convencidos que la mejor manera de explotar un recurso natural es crear un monopolio propiedad del gobierno, como si tuviéramos una experiencia exitosa de gestión de empresas paraestatales. El primer mandatario está tan convencido de que su idea es maravillosa que, para apoyar su propuesta de Ley Minera, no se molestó en presentar un estudio donde se explique con peras y manzanas la viabilidad económica de su propuesta.

Es verdad que el litio es un metal muy valorado por la industria de las baterías y que México tiene las décimas mayores reservas del mundo, pero tener esos dos datos no bastan para decir que Litiomex es una gran idea. Más que hablar de pesos y centavos, el presidente apostó por un terreno al que le sabe sacar rentabilidad política: la narrativa nacionalista. En estos días, dice bien Leonardo Curzio, el patriotismo parece estar relacionado con el porcentaje de propiedad estatal de las empresas y los sectores. No hay nada más nacionalista que una industria controlada al 100% del Gobierno.

¿Cuánto tiempo tardaremos en ver los resultados de la propuesta del presidente? Los resultados políticos son inmediatos, porque AMLO obtiene un triunfo simbólico luego de dos dolorosas derrotas. Sus huestes obtienen una cabellera enemiga después de haber sido despelucados en la revocación y en la reforma eléctrica. Los resultados económicos son más bien inciertos, en la medida en que el proceso de desarrollo de una industria del litio se llevará varios años.

No sabemos cuánto litio hay en territorio nacional, entre otras cosas, porque se ha invertido muy poco en la exploración del potencial minero. El presupuesto de exploración del Servicio Geológico Mexicano es de apenas 52 millones de pesos anuales. Hay reservas de litio que son interesantes, 1.9 millones de toneladas, y equivalen a 2% del litio que se ha descubierto en el  mundo. El problema del litio mexicano es que tiene características que hacen muy complicada su explotación y uso en la producción de baterías. Al respecto, ha escrito Marco Antonio Mares, en El Economista, “el litio que se ha encontrado en México es del tipo que se llama de arcillas, con muy baja concentración de sales de litio (entre el 0.1 y el 0.5% ) lo cual lo hace económicamente inviable ya que el carbonato de litio que se utiliza para baterías tiene que ser 99.5% de pureza”.

¿Es el monopolio del gobierno la mejor manera de explotar el litio? México apuesta por seguir un camino parecido al de Bolivia. Este país andino no otorga permisos a particulares ni a extranjeros para explotar el litio. Cuenta con las mayores reservas mundiales de este metal y su explotación es un área exclusiva del Estado. Tiene alrededor de 21 millones de toneladas, 10 veces mas que las que se atribuyen a México, y de mejor calidad que las mexicanas. En los últimos 15 años, Bolivia ha invertido cientos de millones de dólares en el desarrollo de su industria del litio, pero no ha conseguido producir la riqueza que esperaba.

¿Qué pasó? Entre el poseer la materia prima y el fabricar baterías para el mundo hay una distancia que necesita de tecnología y personas educadas para poder recorrerse, dice Justo Zapata, experto boliviano entrevistado por Antimio Cruz, en La Crónica. A las razones que ofrece el profesor Zapata, hay que sumar las geopolíticas: la estrategia boliviana lo enfrentó a las multinacionales, en particular las estadounidenses y las europeas. Esto significó quedar fuera de las cadenas de valor que llevan desde las minas hasta los coches eléctricos.

México no es Bolivia. Tenemos menos reservas que los andinos, pero contamos con un mayor desarrollo industrial y, sobre todo, tenemos un acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá, otro acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, además del Transpacífico, que nos vincula a Asia. ¿Cómo reaccionarán nuestros socios comerciales a las decisiones de la 4T sobre el litio? Estamos haciendo algo en contra de lo que se firmó en el T-MEC, asegura Armando Ortega, experto en el sector minero. Quizá los socios internacionales lo dejen pasar y no haya litigios, pero tampoco habrá inversión privada. Vamos por un modelo donde todo el riesgo y todas las ganancias o pérdidas serán del gobierno. Por momentos, parece que hemos olvidado las pérdidas y la corrupción que produjeron las empresas públicas en los sexenios de Echeverría, Lopez Portillo, de la Madrid y Salinas. Aquí y ahora, con la 4T está la experiencia de Segalmex, que fusionó Diconsa y Liconsa para renacer Conasupo. Ahí hubo un desfalco de más de 8,000 millones de pesos y fue en este sexenio.

Vamos de la narrativa a la realidad y necesitamos una respuesta, ¿cuánto dinero tiene la Secretaría de Hacienda para invertir en Litiomex y qué perspectivas de retorno tendría esta inversión? ¿Cuál es la rentabilidad social de esto?