Los fotoperiodistas se quieren ir

Muchos fotógrafos sobre todos los dedicados al fotoperiodismo creen que en algún momento deben dejar del país, deben irse porque aquí la adrenalina del aventurero que llevan dentro, no es suficiente.

Un artista siempre vive insatisfecho, porque siempre está en búsqueda nuevas cosas qué re-crear con su creatividad, sea de la especialidad que quieran. Siempre hay que buscar, hay que reiniciar las ganas de descubrir y sentir el acelere que provoca algo nuevo.

Entonces, el fotoperiodista vive anhelando poder estar en una zona de conflicto, en la guerra, en las enfermedades o en comunidades africanas. Quizá es una especie de querer sobresalir de los otros, y miren que hay muchísimos allí afuera con una cámara en mano.

Si leen algunas entrevistas de los principales fotoperiodistas más destacados en el mundo, la mayoría presenta a su país como un lugar en donde poco respetan y valoran el trabajo del fotógrafo, entonces hay que salir, hay que buscar el reconocimiento allá afuera.

Pero hoy con lo turbio que parece el panorama, me hizo reflexionar sobre eso, las ganas de siempre ignorar lo que pasa aquí, porque no nos hace tan “globales”, sin embargo creo y seguiré creyendo que es cuestión de percepción el valor que uno mismo le da a su trabajo.

Siempre he creído y de igual forma se lo que he tratado de transmitir a mis alumnos, que las ganas y la preparación son clave, la actitud y la aptitud, las dos tienen que ir de la mano, porque por más suerte, cualquiera se desvanece.

Ya he hablado de esta fotoperiodista, pero es que me la vuelvo a encontrar en mi feed de Instagram y me hace volver a compartirles su ojo (aptitud) y su oportunismo (actitud) de estar en donde hay que estar.

Hay fotoperiodistas que esperan en los pequeños cuartos que les asignan como oficina en los diarios, esperando a que suene el teléfono o que “el jefe” les indique a dónde ir. Hay quienes están sentados en sus casa, añorando poder estar en este momento en las calles de Nueva York o de Washington para fotografiar las protestas contra el eterno racismo norteamericano.

Hay de todo, y siempre lo habrá, pero allí es cuando uno se diferencia del otro y entonces pareciera que de los cientos de “fotoperiodistas” que andan allí afuera, el círculo se reduce a un mínimo: a los que salen a la calle, se arriesgan, se divierten y traducen visualmente lo que pasa allí afuera.

Las marchas que ahora se han desatado en la Ciudad de México por una y una decena de causas sociales, la mayor y más importante es la de dañar todo lo que se interponga en su camino.

Un grupo de jóvenes que se visten de negro, se tapan el rostro, cargan una mochila, un petardo, una piedra, un extintor, un palo, un “algo” que se convierte en arma.

Entonces veo esta imagen de Sashenka, quien trabaja para la agencia EFE y que por suerte comparte un poco de su material en su cuenta de Instagram, y se me revoluciona la cabeza en pensar el por qué hay fotoperiodistas que siguen creyendo que “lo mejor” está allá afuera.

Miren que he conocido de primera y también de las experiencias de muchos, que han ido con esa valentía y arrogancia a zonas de conflicto y no han soportado ni un par de noches y han tenido que volver.

Así que aquí tenemos a varios que han estado jugándosela con el Covid, con los muertos por la violencia, por el narco, por el hambre, por las múltiples injusticias y con los destrozos que cada vez se ponen más rudos.

Un joven brinca para arrancar una cámara del Gobierno de la Ciudad y dejar de ser vigilados, vaya señal antisistema, vaya cobardía disfrazada de valentía. Desconozco si lo logró, mientras se columpiaba de un lado a otro.

El “valiente” con su público sin rostro, que beben cerveza o si no queda de otra, un yogurt de fresa que seguramente saquearon de algún Oxxo o Seven de por ahí, le aplaude, lo alienta, lo protege.

Hoy los fotoperiodistas tienen todo para hacer un gran trabajo de nuestro país, de encontrar la madurez para estar en donde haya que estar, jugándose lo que haya que jugarse y seguir. Esto parece que apenas inicia y los golpeteos a la Ciudad, a los negocios, a los edificios, a las casas, a los coches, y a todo lo que no les pertenece a estos encapuchados, serán más frecuentes.

Sashe pareciera que no ha tenido ni un solo día de descanso desde marzo, no ha parado y su trabajo lo dice. Hay que salir, hay que activar el “olfato” visual y arriesgarse.

Dejemos de pensar que solo trabajando en una agencia internacional, te hace ser bueno, o que teniendo el mejor equipo te dará las mejores tomas, lamentablemente no es así, el fotoperiodista como el artista creativo, tiene que salir a buscar, a encontrar su encuadre perfecto, su escena, sus personajes, y sobre todo su instante decisivo.

El fotoperiodismo nunca terminará, ni tendrá una fecha de caducidad, mientras haya uno o una que documente lo que está pasando en las calles con ese instinto de quererse llevar todas las portadas.

¿Para qué se quieren ir? No se vayan, mejor salgan de sus departamentos y capturen lo que ven.