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¿Mañana muere el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)? La respuesta inmediata es no. Porque aun si Estados Unidos anunciara ahora mismo su intención de abandonar el acuerdo norteamericano, hay métodos y plazos que extenderían la vida del pacto durante varios meses más.

El temor es si el gobierno de Donald Trump optará por abandonar el pacto trilateral ante la imposibilidad de imponer a sus socios sus condiciones proteccionistas.

Y si el gobierno de la Casa Blanca no tiene prisa en definirse, mexicanos y canadienses deberían ya dejar de alimentar esta costosa incertidumbre. Hay que recordar que la especulación respecto a la relación de México con Estados Unidos ya llevó la cotización del peso frente al dólar a los 22.

Desde el gobierno mexicano aseguran que no pasa nada, que las negociaciones siguen su ruta normal y que prueba de ello es que hasta este punto Estados Unidos no ha formalizado una sola de sus pretensiones proteccionistas. Pecan de inocentes cuando saben que basta un solo tuit de Trump para romperlo todo.

Está claro que la principal oposición que enfrenta la Casa Blanca para abandonar el TLCAN la tiene dentro de casa, entre sus empresarios y sectores productivos que en una amplia mayoría han encontrado en ese comercio ordenado ganancias importantes.

Pero sabemos que el sentido común es un consejero ausente en el gobierno de Trump.

En medio de esto, hay un actor que se asoma por la ventana y que tiene ganas de involucrarse. Hay un huérfano en el mundo de los bloques que está buscando hogar y podría encontrarlo en América del Norte.

La Gran Bretaña está en medio de un divorcio difícil de la Unión Europea y podría quedarse sin un acuerdo comercial satisfactorio con sus vecinos, por lo tanto dirige su mirada hacia su alter ego estadounidense.

Está claro que si fuera decisión de Trump formaría un bloque comercial a nivel de siameses con los británicos, donde posiblemente aceptarían a los canadienses. Para la visión proteccionista y hasta racista de Trump, México sobraría en esa ecuación comercial.

Pero ni a los empresarios estadounidenses ni a los canadienses ni a los británicos les sobra México en una fórmula de libre comercio, al contrario.

Manufacturas de buena calidad y a buen precio es algo que debe atraer mucho a los británicos que pierden una proveeduría muy importante de los europeos.

México no representa una amenaza de invasión laboral para los ingleses, como sí lo sintieron de parte de los españoles o los polacos y son una puerta de entrada a otros mercados con los que este país tiene relación comercial.

Pero cualquier inclusión británica tendría que ser posterior a lo que ahora nos mantiene atentos.

No puede el gobierno mexicano permitir que este impasse se mantenga. No puede terminar la cuarta ronda con la misma sensación de incertidumbre que hoy se vive.

Por el bien de los mercados y de la estabilidad emocional de los mexicanos, debemos llegar al cierre de la semana con definiciones.