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Los inconvenientes de las mañaneras son más evidentes, conforme transcurre y madura la Cuarta Transformación. Ideadas para eliminar a los medios e inyectar el mensaje presidencial en tiempo real a un cúmulo de leales, las conferencias de prensa en Palacio Nacional han dejado de ser útiles para dispersar los mensajes gubernamentales.

Entre lo importante y lo atractivo para las audiencias, el Ejecutivo federal a menudo se queja del escaso impacto que su agenda genera entre los medios tradicionales. Ayer presumía de los mínimos de la inflación en México —la tasa más baja en un siglo—, pero la nota fue el pleito con el gobierno de Bolivia, por el acoso a la delegación azteca en La Paz donde se han refugiado una docena de colaboradores de Evo Morales y dirigentes del MAS.

El protagonista de la mañanera (¿cuándo no?) fue el canciller, mas no el secretario de Hacienda. Y esta vez, con repercusiones internacionales, por los dichos de Marcelo Ebrard, quien adelantó que interpondrá un recurso contra Bolivia por “violación de obligaciones diplomáticas” ante la Corte Internacional de Justicia.

Apenas si había acabado la transmisión de la conferencia en Palacio Nacional, cuando vino la respuesta del Ejecutivo boliviano, a través del ministro de Gobernación, Arturo Murillo.

“Nos parece que el único que ha permitido que se violen los tratados y las convenciones ha sido el gobierno mexicano cuando le ha dado refugio al señor Evo Morales, terrorista confeso por haber mandado a asesinar al pueblo de Bolivia, haberle quitado la comida”, reviró.

La vigilancia a la embajada mexicana en La Paz, justificó, fue requerido ante información de que se organizaba una movilización social que pretendía incluso incendiar esas dependencias para sacar al asilado exministro de la Presidencia Juan Ramón Quintana, procesado en el país por sedición, terrorismo y financiamiento al terrorismo.

“Nuestra obligación, como gobierno de Bolivia, y la orden que tenemos de la presidenta Jeanine Áñez es dar todo el resguardo a las embajadas, a los diplomáticos (…) La verdad es que nos cuesta entender por qué se quejan de que cuidemos la residencia, por qué se quejan de que cuidemos la salud de sus alojados y la salud de la misma embajadora, incluso llegando a faltar a la verdad”, afirmó.

Murillo aludió indirectamente a las versiones difundidas por la cancillería mexicana, sobre una supuesta revisión al vehículo de la embajadora María Teresa Mercado. “Cosa falsa… nunca sucedió”, fustigó en una férrea defensa a la política exterior de la presidenta Jeanine Áñez.

La prensa boliviana hizo eco de la reacción del nuevo gobierno. La canciller Karen Longaric reveló las peticiones formuladas por su contraparte mexicana para reforzar la seguridad de la sede diplomática, aunque posteriormente en un extenso comunicado, reconoció que, justo hace un mes, pidió a la embajada de México que entregara a aquellos asilados que tienen orden de aprehensión. Y expuso que el subsecretario Maximiliano Reyes “objetó de manera desafiante las decisiones del Ministerio Público de Bolivia”.

El impasse diplomático entre México y Bolivia es culpa, de acuerdo con esa versión, del subsecretario azteca y la embajadora Mercado, por “haber tergiversado y distorsionado la verdad, respecto de las medidas de seguridad en la embajada”.

El delegado especial, Jorge Tuto Quiroga, de plano censuró al Ejecutivo. “Creo que el presidente López Obrador, este cínico, sin vergüenza, se pasó de bellaco con Bolivia, porque confundió nuestro respeto, nuestra deferencia con cobardía, que no venga a matonear a la segunda presidenta de Bolivia”, espetó.

El ministro de Gobernación también tuvo expresiones de reclamo. A su juicio, AMLO vulneró tratados internacionales al permitir que, durante su permanencia en ese país, Evo Morales formulara declaraciones políticas para desestabilizar a Bolivia.  Y ratificó que continuará el operativo a las dependencias diplomáticas de México, “pese a que la embajada mexicana está resguardando a algunos delincuentes buscados por la justicia boliviana”.