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La vida sigue, aunque muchos no entiendan cómo, ni por qué.  Con todo y los miedos, y las restricciones de cada ciudad /o país se va abriendo paso a la cotidianidad de los días festivos y las ocasiones especiales que antes festejábamos de lo más “normal”.

La nueva normalidad es como entrar en un modo de restricciones, nerviosismo y miedo, porque al final de cuentas existe un virus invisible que pareciera que ataca sin respetar pulmones sanos y cuerpo jóvenes.

Entonces después de seis meses de vivir encerrados en casa, con las más altas limitaciones en la vida social y convivencia, en algunos países la gente comienza a enfrentar los riesgos con tal de continuar con los compromisos ya pactados o ya pagados.

Desde bodas que resultan una pésima inversión económica puesto que los cambios solo suman ceros en la cotización final, y porque es mejor llevarla a cabo a perder el dinero. Claro, pensando en eventos grandes; pero también están los XV años, los aniversarios o cumpleaños.

Todos los que incluyen gastos por el atuendo, el lugar de festejo, los invitados, los adornos, los regalos y todo aquello que hace mágico el evento.

A lo que hoy hay que sumar cubrebocas diseñados exclusivamente para ese vestido, para ese traje, para que todo combine y no resulten las fotos un recuerdo sin ningún tipo de estilo

Más lo que implique cambiar esos recuerdos que dan de regalo, quizá por un gel anti bacterial, un pequeño frasco de sanitizante, más cubrebocas o sanitizadores de bolsillo. Al final de cuentas, se sigue gastando porque la espera no es opcional.

Pero como le decía, la vida sigue y aquí es cuando más hay que salir a fotografiar. A capturar esta transición del terror a un ligero miedo y de una cuarentena a una rauda libertad.

Entonces hay que observar las miradas para que inyecten personalidad a quienes aparecen por allí caminando en las calles, porque las sonrisas terminarán convirtiéndose en un objeto de deseo. No vemos los labios, sonrisas o meras líneas expresivas; como si se nos cerraran la puerta para comunicarnos con quien está frente a nosotros.

Daniel Arnold o conocido en redes sociales como @arnold_daniel es un fotógrafo documentalista de calle, quien vive en Nueva York y suele salir de su casa a fotografiar lo que ve. Sale con la mirada abierta y llena de adrenalina para capturar escenas tan comunes y corrientes de gente ordinaria que logra atrapar nuestras miradas.

Entonces entiendes que la fotografía de calle hace eso, capturar lo de todos los días, el ritmo de desconocidos, los bostezos de unos, los besos de otros, hasta imaginar los olores y sentir las texturas.

El día a día de una esquina a otra de cualquier calle, siempre guarda múltiples historias que van vestidas de manera diferente, de miradas que recién han llorado, otras que van haciéndolo al compás de sus pasos y de quienes van caminando como si flotaran.

Es la magia de las calles, su infinita diversidad y sus interminables andares.

Aquí la joven quinceañera camina por las calles de Nueva York, cerca de Times Square va ella con su vestido rosa, collar de diamantes, ramo de flores en  mano, corona y detrás de ella un príncipe que está encargado de levantar la cola de holanes que ella misma eligió para lucirlo en sus XV años.

La vida sigue - la-vida-sigue
Joven celebra sus XV años en el Times Square de Nueva York. Foto de @arnold_daniel

Su pequeño chambelán de lado izquierdo, con su debido traje diseñado para ir acorde a su hermana o prima y un cubrebocas masculino con líneas blancas y negras para no perder la elegancia.

La tía que lo toma de la mano con su vestido elegante que seguramente pasó tiempo guardado en el guardarropa esperando a ser estrenado. El camarógrafo haciendo presencia para capturar el mágico momento de la joven quinceañera.

Las calles son escaparates inacabables, pero lamentablemente aprendemos a ignorarlos. Vamos caminando pensando en nuestras propias historias y se nos pasan las de a lado, y es aquí cuando siempre se agradecerá que existan almas aventureras con ojos entrometidos para dejar rastro de cómo somos y hemos dejado de ser como sociedad.

No me cansaré de aplaudir el trabajo de tantos fotógrafos que todos los días salen de sus casas esperanzados en encontrar historias visibles qué retratar, los que tienen trabajo y les pagan por hacer lo que les apasiona y a los que no tienen ningún contrato laboral, pero siguen saliendo con su cámara chica o grande a fotografiar lo que ve.

Suena fácil, pero aunque todos podamos ver, no todos sabemos mirar para fotografiar, eso es una cosa diferente.