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La crisis de Samsung es también la crisis de Corea del Sur. Esa empresa aporta el 20% del PIB coreano; 25% de las exportaciones totales y una proporción intangible del orgullo nacional. El ascenso de este gigante de la industria mundial corre paralelo al despegue de esta nación hasta convertirse en el quinto mayor exportador mundial.

¿Qué efectos tendrá el fracaso del Galaxi Note 7? Este conglomerado consta de 78 empresas. Tiene ventas anuales de 166 mil millones de dólares, pero la mitad de sus 22,000 millones en ganancias provienen de la venta de teléfonos móviles. Es el líder mundial por el número de aparatos que vende. Hasta ahora había dado una batalla frontal a Apple y mantenido a raya a los competidores chinos. Las pérdidas directas por la suspensión de la fabricación del teléfono no pasan de los 2,500 millones de dólares. Son incalculables las pérdidas asociadas al daño de la marca, en un mercado tan competido como el de los teléfonos inteligentes. Cuando Samsung tropieza, Corea cae, decía el editorial de uno de los grandes periódicos coreanos.

Esta empresa nació en 1938, como una exportadora de vegetales y pescado. En ese entonces, Corea era uno de los países más pobres de Asia. Su desarrollo está estrechamente vinculado a la estrategia económica de los dictadores militares. El objetivo era impulsar un nacionalismo económico mediante un ecosistema de corporaciones cercanas al régimen, las llamadas Chaebol.

En los años ochenta, llegó a haber alrededor de 30 chaebol, pero la crisis de 1998 acabó con la mitad de ellos. Sobreviven una decena, de los cuales el más poderoso es Samsung. Su valor de mercado es mayor que el de los siguientes tres mayores chaebol combinados, Hyundai, LG y SF. Los coreanos se refieren a su país como la República de Samsung. No es broma: es posible nacer en una clínica propiedad de Samsung; estudiar en una universidad de Samsung; vivir en una departamento construido por Samsung, equipado con televisor, refrigerador y aire acondicionado marca Samsung. Para casarse, hay locales de Samsung; para vacaciones, hay hoteles y parques de diversiones de Samsung; para pagar, hay tarjetas de crédito y, en caso de accidente, hay seguros de Samsung.

El poder de Samsung en la vida coreana es tan grande que la pregunta ¿qué hacer con ella? se ha vuelto una de las grandes cuestiones en las elecciones presidenciales. Hay una relación amor-odio de los coreanos hacia Samsung. Un reconocimiento de su aportación al milagro económico, también una molestia por su intromisión en asuntos públicos. El presidente de la empresa, Lee Kun-hee fue encarcelado por la construcción de una red de sobornos a funcionarios públicos. Fue dejado en libertad, porque él resultaba clave para promover los Juegos Olímpicos de Corea en la arena global .

Una crisis es una oportunidad. La desventura de Samsung aparece como una oportunidad para replantear algunos aspectos del modelo económico de Corea del Sur, en particular su dependencia excesiva en los chaebols. Si Samsuns se resfría, a Corea del Sur le pega un catarrote