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Y fue entonces, que los Ángeles que trazaron, en 1531, la ciudad capital del estado de Puebla, y que por hacerlo le dieron su sobrenombre, estuvieron de acuerdo en llevar a la realidad lo que el gobernador, Miguel Barbosa, dijo respecto a las posibles infecciones de Covid-19: “Si ustedes son ricos tienen el riesgo (del contagio), si ustedes son pobres no. Los pobres estamos inmunes”. Sin más, las criaturas celestiales determinaron que la frase dicha por Barbosa fuera elevada de pendejada a profecía y que ésta se cumpliera en todo el estado y se consumara en todos aquellos nacidos en la entidad por lejos que estuvieran. Y así lo hicieron saber a la población presente.

Dos horas más tarde del aviso angelical, se reportaron 11 casos de Covid-19 en La Vista Country Club, exclusiva zona residencial poblana. Así mismo, las cúpulas empresariales, a través de una videoconferencia, tuvieron un intercambio de impresiones para saber si, realmente, los Ángeles habían ordenado lo que toda la población comentaba o era una fakenews. La video-junta no pudo concluir porque, durante la misma, tres líderes patronales dieron muestras de estar infectados por el maligno virus.

Un grupo de damas católicas recurrió a un obispo quien, sintiéndose mal y con 40 grados de temperatura, les confirmó el giro de predicción que los Ángeles, inexplicablemente, le dieron a la expresión que, de manera irresponsable, profirió el gobernador.

Personas que tenían algunos síntomas en su cuerpo y algunos millones en el banco, corrieron a los laboratorios para hacerse la prueba del coronavirus. Fue tal la demanda de la prueba, que el dueño de un laboratorio aprovechó la ocasión para vender ésta a precio exorbitante. Se hizo rico de la noche a la mañana, literal. Tuvo que practicarse la prueba en su persona. Dio positivo al Covid-19.

Dueños de casas, departamentos e inmobiliarias que, mes a mes, recibían muy buenas cantidades de dinero por las rentas y los abonos de las viviendas, cedieron éstas a los inquilinos. Una víctima del coronavirus —se le manifestó con una fiebre muy alta— fue un conocido agiotista que percibió que en la medida que prestaba dinero a menor rédito, la fiebre le bajaba.

El gobernador paró las actividades propias de su cargo, para dedicar su tiempo a vender, a precio de ganga, todos sus inmuebles. Sin embargo, por muy barato que los vendiera, persistía su categoría de rico, puesto que conservaba el dinero de la venta. En el mismo caso se encontraban afortunados poblanos poseedores de rancios y cuantiosos patrimonios heredados por sus ancestros españoles, árabes y, por supuesto, paisanos. Por este motivo el Centro Empresarial invitó a todos aquellos que tuvieran liquidez a depositar el dinero en un fideicomiso para repartir ese dinero entre las personas sin recursos. Idearon un eslogan: “Acabemos con los pobres, antes que el Covid-19 acabe con nosotros”.

Industriales y comerciantes llegaron al acuerdo de que en el Estado de Puebla el salario mínimo fuera siete veces mayor al que rige en el país. Además, algunas empresas les adelantaron un año a sus empleados y trabajadores.

Todo lo anterior, más otras magnánimas obras que no consigno por falta de espacio, hicieron posible que los poblanos tuvieran, en poco tiempo, el mismo nivel de vida que los noruegos.

Ajenos a esta noticia, en la clandestinidad, cuando se disponían a brindar con sendas botellitas de coñac, el gober precioso —si bien ya no era gober seguía siendo precioso— y su admirador Kamel Nacif, —eres mi héroe, papá— se sintieron afiebrados. Kamel que se proponía hacer un brindis, porque la Interpol se las está pelando, no pudo hacerlo, un ataque de tos le impidió hablar. Al mismo tiempo, Mario Marín sintió que se ahogaba, no podía respirar. Llamaron a un médico que diagnosticó: ‘Ustedes lo que necesitan es pasarse una temporada encerrados’. Huyeron despavoridos.