Elecciones 2024
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Cuando a los consumidores les preguntaron en abril sobre la situación en que se encuentra la economía familiar, una mayoría acepta que es mejor que hace un año.

Incluso, cuando en la encuesta que mensualmente elaboran de manera conjunta el Banco de México y el Inegi a los mexicanos elegidos en la muestra les preguntan cómo ven la situación actual del país, también aceptan que las cosas se ven ligeramente mejor que hace un año.

El problema viene cuando lo que se pide es un pronóstico de cómo ven a la economía de su hogar y sobre todo del país de aquí a un año. Ahí los consumidores mexicanos se dejan ver muy pesimistas.

Tampoco se puede condenar esa percepción cuando van tres años al hilo en que se revisan a la baja las expectativas de crecimiento económico, cuando todavía duele a las empresas y personas físicas el ramalazo fiscal que dejó caer sobre los cautivos la mal llamada reforma fiscal.

No hay manera de dominar las emociones económicas de los no expertos consumidores cuando ven los dólares permanentemente arriba de 15.50 pesos y cuando no se habla de otra cosa que de riesgos financieros por la Reserva Federal o Grecia.

Sin embargo, esa percepción pesimista es hoy equivocada, injusta y puede ser una profecía autocumplida.

La amenaza financiera externa es tan real como la próxima alza de las tasas de interés de Estados Unidos. Pero el blindaje mexicano es más que resistente. La inflación se mantiene en 3% que tanto quería el Banco de México y no tiene amenazas de presiones en puerta.

Las remesas crecen de manera importante y esos dólares no sólo se gastan bien sino que también son un termómetro del mejor momento económico estadounidense.

El registro de trabajos del IMSS mejora con los programas de formalización del empleo y con la expansión de la economía que tiene un estimado de crecimiento muy cercano a 3 por ciento. Claro que también hay una enorme tentación de exagerar cualquier dato que resulte medianamente bueno.

Hay una obvia y clara necesidad política de dejar una percepción positiva de la actuación gubernamental en materia económica de aquí al 7 de junio, día de las elecciones. Pero exagerar el optimismo como hoy los consumidores exageran el pesimismo sólo provoca un desencuentro y un mayor distanciamiento.

Ante los ojos bien informados resultan obvios aquéllos que colaboran en la tarea de la exageración optimista y también los que se dedican sistemáticamente a minar la buena imagen del gobierno aun a costa de deprimir a la opinión pública de una manera tramposa.

No hay manera de regatear los buenos resultados de las tiendas de autoservicio y departamentales en lo que va del año. La industria automotriz avanza a gran velocidad en el mercado interno.

El sector industrial por el contrario presenta un freno por el estancamiento que dejó ver la economía estadounidense, que se complica por la auténtica crisis en que está la industria petrolera mexicana.

Para los optimistas, hay que destacar que la economía está en su mejor momento del sexenio y con buenas expectativas.

Para los optimistas, los riesgos financieros son tan reales como de consecuencias impredecibles en el mundo.

Para los interesados en desprestigiar lo logrado y para los que buscan sacarle buenas noticias a las piedras, el consejo es que mejor se relajen.