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Esa prudencia que ahora muestra la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos hay que tomarla como una oportunidad para prepararse ante la posibilidad real de una desaceleración económica.

Ojalá que el gobierno mexicano no caiga en la tentación neoliberal de presentar la apreciación cambiaria que hemos visto como una victoria política y no entienda que las señales apuntan a la necesidad de prepararse para los efectos de una economía más lenta.

El peso gana y la bolsa sube no por los éxitos de la 4T. Hay un regreso del apetito por el riesgo ante la baja de los rendimientos de los instrumentos de deuda denominados en dólares estadounidenses.

Hay que tener cuidado en no pensar que esas cotizaciones que vimos en horas recientes, de dólares en los 18.70, no implican que haya margen de maniobra para que el gobierno mexicano renuncie a generar la confianza que necesitan los mercados.

No vaya a ser que esa ola que vemos ahora, que se aleja con las presiones cambiarias de hace apenas unas semanas, regrese en la forma de un tsunami de una desaceleración económica importante.

Cinco meses atrás, se combinaban las malas noticias locales, como la cancelación del aeropuerto de Texcoco, con la visión de la Fed de tener que controlar un sobrecalentamiento económico con tres incrementos en el costo del dinero durante este año. La consecuencia fueron aquellos dólares en casi 22 pesos.

Sin esos factores de incertidumbre interna, no habríamos llegado a una cotización tan alta y hoy tendríamos dólares mucho más baratos. Eso nunca lo sabremos.

Lo que sí tenemos claro es que en este último semestre la Fed ya no habla de incrementos en las tasas de interés. Al contrario, el mensaje especula con una baja en el costo del dinero hacia finales de este año. Todo porque la economía de ese país muestra signos de enfrentar un frenazo.

En menos de seis meses cambiaron las expectativas monetarias porque cambiaron los resultados económicos.

Hoy la preocupación estadounidense ya no es una inflación elevada, sino un Producto Interno Bruto ralentizado.

En México, esto debería convocar a reuniones urgentes del gabinete económico para decidir las medidas a tomar, independientemente de que las autoridades monetarias del Banco de México, por supuesto, ya tomaron nota de estos movimientos, y es un hecho que veremos cómo se relaja en sus decisiones de política monetaria futuras.

Aquí es donde veremos si realmente el presidente Andrés Manuel López Obrador hace caso a sus expertos de la Secretaría de Hacienda, que no deberían recomendarle otra cosa al presidente que prudencia fiscal, sensatez en el gasto, cordura en los proyectos de infraestructura y que busque la forma de generar la mayor cantidad de confianza posible entre los inversionistas sobre la manera en que conduce este país.

Hasta hoy el único que ha hablado de recesión en México es el propio López Obrador. Y si no quiere autocumplir esa profecía, debe provocar que los capitales participen en los mercados mexicanos no sólo para ganar con la especulación cambiaria, sino que vean opciones de inversión productiva que hoy están ausentes.

Pero si mandan a sus voceros a presumir la paridad cambiaria como un triunfo político local, si creen que un peso fortalecido les da margen para no corregir errores y tomar decisiones sensatas, además de parecer altamente neoliberales, cometerán el error de no prepararse para lo que viene.

Las tasas de interés en Estados Unidos bajan, el dólar se debilita y regresa el apetito por el riesgo como una señal de que hay que prevenirse ante una eventual desaceleración económica global importante.