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La llegada del otoño y por consecuente el frío previo de invierno nos obliga a mantenernos atentos a las múltiples medidas preventivas de la gripe, la influenza y sobre todo del COVID-19.

Desde principios de este mes comenzó la campaña de vacunación contra la influenza por parte de las autoridades nacionales de salud.

Está por más decir, que las vacunas están siendo contadas y aplicadas únicamente a los sectores más vulnerables de salud, como los niños y la gente mayor de 60 años.

Así es como el ISSSTE comenzó su campaña en las redes sociales sobre la importancia de la vacunación y las distintas acciones preventivas que hay que tomar en estos tiempos de frío, con sus respectivos hashtag de #influenza.

Aplaudo y reconozco la labor de todos los trabadores del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado por el esfuerzo que representa llevar la campaña a todos los rincones y aplicarlas en esta situación de posibles contagios en hospitales, delegaciones e instancias de gobierno.

Pero esta vez no volteamos a ver su campaña de vacunación por su creatividad o impacto en los medios de comunicación digitales, sino por la fotografía que compartieron el día de ayer por la noche en donde aparece el presidente Andrés Manuel López Obrador y su esposa Beatriz Gutiérrez Müller.

Según la información, personal médico de la delegación Norte de la Ciudad de México, la más cercana al primer cuadro de la ciudad en donde se encuentra el Palacio Nacional, acudió a aplicarles la vacuna de la influenza a la pareja.

Claro está, que esa es la nota que según el equipo de comunicación del ISSSTE está informando con su tweet:

Hoy nuestro personal de salud en la Delegación Norte, aplicó la vacuna contra la influenza al presidente y a su esposa. Tomemos su ejemplo y como ellos, vacúnate”.

Sin embargo, para su mala suerte la información que transmite esa imagen es una tremenda antipatía y rechazo del Presidente y su esposa al propio personal médico.

Volvemos a lo mismo, la fotografía denota, informa, experimenta, provoca y nos complementa mensajes que parecieran estar silenciados o controlados. Particularmente en la política, siempre hay una historia que podríamos narrar con tan solo observar con detenimiento las miradas, las posturas, las distancia entre las personas fotografiadas y las sonrisas.

Aquí no importa si la foto fue técnicamente bien o mal tomada, es quien decide o cree tomar la mejor decisión a la hora de elegir una fotografía para difundirla como una acción en positivo para tu empresa, institución o comunidad.

La antipatía y la proxémica - amlo-issste
El presidente López Obrador recibió la vacuna contra la influenza. Foto de ISSSTE

La proxémica, fue definida como el estudio de cómo el hombre estructura inconscientemente el microespacio, es decir, esa burbuja o ese círculo alrededor de él que lo hace propio y le da seguridad.

Déjeme le explico, cuando nos tomamos una foto de grupo con gente conocida, comúnmente nos abrazamos o nos pegamos mucho el uno con el otro, sentimos el hombro, el brazo, es decir, queremos transmitir que hay una amistad que nos hace unirnos así y que también nos hace sentirnos bien, a la hora de ser fotografiados.

De lo contrario, cuando estamos rodeados de personas que no son nuestros amigos, como en una reunión de trabajo o con gente en el transporte público, pues a la hora de que alguien grita “¡Foto!” nadie hace el mínimo esfuerzo por acercarse y querer demostrar un gusto inexistente por estar con ellos o ellas alrededor.

Entonces nos forzamos y la incomodidad la compensamos con mirar hacia otro lado, tomarnos de las manos fuerte como insinuando que son nuestras y que nadie puede tocarlas, como si nos hiciéramos chiquitos los hombros se nos encogen y repelemos todo aquello que es desconocido.

Mire usted la tensión con la que la Dra. Beatriz Müller se toma su mano, las venas se saltan y el brazo se ve rígido. Su sonrisa es forzada y ansiosamente se le pega a su esposo para sentirse como en un área conocida que la protege y la hace sentirse a salvo.

Mientras tanto, el presidente sabiéndose el centro de atención, no se mueve. Seguramente quien haya dado la indicación que se tomaría una fotografía, él se detuvo en seco, toma su mano izquierda con la derecha, cierra cualquier tipo de posibilidad de interacción con la doctora que a su lado pareciera ponerle su brazo en la espalda.

Claro, la doctora y la enfermera se sienten honradas con poder aparecer así con el Presidente de la República, se les nota en su sonrisa de oreja a oreja tras los cubrebocas. Los ojos rasgados denotan su nerviosismo y alegría.

Él no tiene que hacer nada y lo sabe.

Se dice que el contacto de 45 centímetros entre personas es para quienes suelen tener intimidad, es decir tienen la confianza para acercarse tanto sin causarse ningún tipo de repele.

Sin embargo, cuando alguien desconocido cruza esa distancia, la burbuja del espacio personal se tambalea y nos hace sentirnos incómodos.

Se le llama distancia crítica, que es la que sintió la Sra. Müller al saberse tan cercana al enfermero, quien no demuestra ningún tipo de emoción por estar allí.

De nueva cuenta la pareja no porta cubrebocas, como si fueran imbatibles y como si no les importaran los demás presentes. Es decir, con tantos contagios a su alrededor, permanecen con la postura de eludir sus propias medidas de prevención.

El ISSSTE tuitea “Tomemos su ejemplo” y no sé si entenderles que en realidad no debo de portar el cubrebocas porque quizá no me pase nada como a ellos, o que no confíe en su personal médico o en el último de los casos que debo de mostrarme indiferente y descortés ante la amabilidad de sus doctores y enfermeros.

Justo lo mencioné el lunes pasado en este espacio, en palabras del semiólogo Barthes, que cuando uno se siente observado para ser fotografiados, posamos y nos transformamos en quien aparecerá en una imagen, no forzosamente en quienes somos en realidad.

Entonces ¿por qué no cambiar esa actitud de rechazo y antipatía para el pueblo mexicano? Bien podrían hacerlo, y su gente, recordárselo.

Lo que vemos siempre es una disociación de identidad entre un Presidente y su esposa, como si hubiera que ser todo lo opuesto a crear lazos con la gente y ser coherentes con lo que sus respectivos puestos exigen.