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Así están las cosas: miles de millones de dólares se movieron de un mercado a otro, de un país a otro, de una moneda a otra, por las palabras de una funcionaria que compareció ante el Congreso de su país.

No cualquier funcionaria, no cualquier país, pero al final del día se trata de la confirmación de una hipersensibilidad financiera que es capaz de apreciar algunas monedas emergentes con tan sólo un discurso.

La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) cargó en sus espaldas la responsabilidad de sacar adelante de la gran recesión a su país, después de que el manejo fiscal había imposibilitado un rebote desde el sótano de la recesión a través de estímulos tributarios.

La creatividad monetaria alcanzó su máxima expresión en aquella combinación de tasas en cero y dólares en exceso que tapizaron los mercados emergentes que gustosos cambiaban mejores rendimientos por grandes cantidades que fluían por sus venas financieras.

Pero, desde entonces, estaba claro que el retiro de esa liquidez habría de provocar estragos financieros entre los que se hicieron adictos a los dólares baratos.

México se reportó como una economía preparada para el choque. Reservas altas, línea contingente, finanzas estables y reformas estructurales.

Sin embargo, con eso de que las desgracias nunca llegan solas, se fueron sumando lastres del tamaño del derrumbe de los precios del petróleo y la desaceleración de la economía de China.

La Fed fue perfeccionando su plan de aterrizaje, desde el derrapón de mayo del 2013 hasta el primer aumento de diciembre pasado.

Cortó sus planes de liquidez y los banqueros centrales se animaron al primer aumento de un cuarto de punto, impulsados por la idea de que este año sería uno con un crecimiento quizá no meteórico, pero sí sostenido.

Este año sin duda sorprendió a todos, incluidos los banqueros centrales que seguramente dudaron de la pertinencia de las medidas adoptadas a finales del 2015.

Hay que decir, en honor a la verdad, que era muy difícil poder prever un año tan complicado en aquel momento como para poder fustigar a los integrantes del Comité Federal de Mercado Abierto de la Fed por haber elevado aquel cuarto de punto.

Por eso es que esta funcionaria, presidenta de la Fed, Janet Yellen, es capaz de mover a los mercados en una comparecencia ante el Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes.

Y al final, los nerviosos mercados encontraron en las palabras de Yellen un poco del sentido común que esperaban.

Fueron, como siempre, palabras muy bien cuidadas, pero con el mensaje que esperaban de tomar con calma y con un análisis más profundo de la condición económica deteriorada del mundo cualquier decisión futura de incremento en el costo del dinero.

Hoy ya son una ligera mayoría los que creen que este año no habrá nuevos aumentos en la tasa de interés por parte de la Fed, cuando apenas a finales del año pasado la expectativa era que se diera un total de cuatro aumentos.