Elecciones 2024
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El ingenio de un grupo de jóvenes morenistas —cuenta la leyenda— que en los orígenes del partido-movimiento, hace cinco años repartían Regeneración y pegaban carteles de AMLO en postes, hizo posible la iconografía de la 4T. Esos chavos quedaron bajo la coordinación de Paulina Romero, subalterna de Jesús Ramírez Cuevas, quienes tuvieron su última puntada al sacar una nueva versión del distintivo del Gobierno de México: en la contingencia por el Covid-19, los héroes patrios, también guardan sana distancia.

Andrés Manuel López Obrador proclamó su sexenio como la Cuarta Transformación; ofreció “abrazos, no balazos” para pacificar al país y apeló a la austeridad republicana, para trascender la corrupción y la impunidad recientes. Pero del dicho al hecho…

A punto de terminar el quinto trimestre de su mandato, el presidente de la República vive un desgaste severo de su imagen y su liderazgo, concluye un estudio sobre la gobernabilidad en el país, elaborado por el Grupo de Economistas Asociados (GEA), que encabeza Jesús Reyes-Heroles González-Garza.

“Su credibilidad se derrumbó a la mitad de la que tenía hace un año y eso es muy grave en los tiempos de crisis que se avecinan, pues la credibilidad y confianza en el jefe del Estado son indispensables para convocar y unir al país frente a los riesgos”, establece el reporte —ayer comenzó a circular—, elaborado con información cuantitativa y análisis de coyuntura.

El acuerdo presidencial, en picada. Pero sobre todo, el desgaste de la imagen presidencial se ven acentuados por el Covid-19. “Aún antes de que explotara la crisis sanitaria, el estado de ánimo social se había deteriorado notablemente. Hay un enojo creciente entre un sector importante del país”, refleja el análisis de GEA. “El optimismo económico se derrumbó notablemente en los últimos dos trimestres, antes de que se percibieran las graves consecuencias económicas de la pandemia”.

En el quinto trimestre del sexenio, la percepción de que lleva al país va por el rumbo equivocado es mayor que la de quienes creen que va por el rumbo correcto. Lo mismo sucede sobre si este es un gobierno más o una nueva etapa en la historia del país. Y también con respecto a la presidencia de López Obrador. Mientras, decrecen la tranquilidad y la confianza, aumentan la preocupación y el miedo.

El desencuentro social con el presidente también afectó la imagen de López Obrador como persona, la cual se ha desgastado notablemente. Se ha cerrado la brecha entre la popularidad del presidente y el rechazo a sus políticas.

Es la tormenta perfecta: los malos resultados de gobierno se han combinado con actitudes y decisiones presidenciales que han sido mal valoradas por la mayoría de la población: cancelación del Seguro Popular; movimiento de mujeres; rifa del avión y la contradicción entre las instrucciones de su gobierno de distanciamiento social y la conducta presidencial cotidiana. Todo ello le ha restado cercanía con la población, no obstante sus giras a los estados.

El liderazgo y estilo personal de gobernar de López Obrador ha sido un factor ambivalente y cada vez más decisivo de gobernabilidad. “Las características de su personalidad y su formación política, ideológica y religiosa han operado en contra de la gobernabilidad, e incluso en ocasiones han sido causa del deficiente desempeño de su gobierno, lo cual ha mermado la fortaleza de su liderazgo”.

Con AMLO en Palacio Nacional, indica GEA, no sólo hay una concentración, sino una personalización del poder, caracterizado por el autoritarismo y la intolerancia hacia la crítica.

“Su discurso se ha caracterizado por una visión dicotómica y maniquea de la realidad —pueblo bueno y adversarios conservadores— que ha polarizado a la sociedad y descalificado cualquier asomo de crítica. Ello le ha impedido convocar a buena parte de la sociedad a sumarse a su proyecto, destacadamente al sector privado”.

“La lógica de algunas decisiones es política o ideológica, no técnica, como han sido los casos de sus proyectos de infraestructura o los nombramientos de funcionarios en áreas técnicas. Destacadamente, la política energética se sustenta en el nacionalismo revolucionario, lo cual le ha quitado al país un potencial de inversión en ese sector, crucial para el crecimiento económico”.

En Palacio Nacional, cuestionan, AMLO ha mostrado una agenda limitada y comprensión insuficiente de áreas complejas. Hay problemáticas que requieren soluciones complejas o no forman parte de sus prioridades, son desatendidas —violencia de género, Covid-19— o mediante políticas simplistas (corrupción, inseguridad).

Sin comillas, el reporte desglosa los elementos que se han acumulado, en el desgaste de la imagen presidencial: el aislamiento internacional, la política como una campaña electoral permanente, la visión religiosa del presidente… y la terquedad. “Son muy pocos los cambios o rectificaciones a decisiones tomadas previamente, no obstante la evidencia de su ineficacia”.