Elecciones 2024
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Hoy será el último día como gobernante de Donald Trump. Mañana será la inauguración de Joe Biden, ceremonia a la que Trump no piensa asistir, lo cual ha sido como un bálsamo para el nuevo mandatario.

Al irse el delirante demagogo que durante cuatro años ejerció el poder, deja tras de sí una ignominiosa cauda de injusticia racial y de odio contra los inmigrantes. Un país mermado por el Covid-19; un medio ambiente deteriorado; una sociedad dividida, con 74 millones de supremacistas blancos, algunos de ellos armados, que votaron por la reelección de su füehrer y que estuvieron (¿estarán?) dispuestos a imponer su confuso pensamiento mediante la violencia.

Según lo dicho por el inquilino de la Casa Blanca que debe estar en plena mudanza –“Melania no olvides la pistola de aire y los cepillos con los que me peino”–, ser presidente afectó el negocio familiar. Al eliminar los conflictos de interés de su compañía, dejó en pausa varios tratos fuera de los Estados Unidos: la firma planeaba expandirse a China, así como la creación de sociedades empresariales en Israel, Colombia, Brasil, Uruguay y Turquía; también tenía el propósito de crear una cadena de hoteles económicos en Estados Unidos.

Es un hecho que el corporativo Trump tiene una deuda vencida de más de 300 millones de dólares, de ahí la urgencia de que el magnate regrese a sus negocios. Según informó The New York Times, la organización empresarial del neoyorquino mantiene un conflicto con el Servicio de Impuestos Internos, por una auditoría que podría costarle más de 100 millones de dólares.

Además, la Fiscalía del Distrito de Manhattan está investigando a las empresas Trump por una lista de posibles delitos financieros y está en búsqueda de sus declaraciones de impuestos. La Fiscalía General del Estado de Nueva York indaga una falsa declaración de sus activos para reducir el pago de impuestos. Resulta que Donald tiene más enmarañados sus manejos fiscales que sus cabellos.

Esto último, sumado a las violentas protestas de sus partidarios, alentados por él; al indulto que hiciera, en diciembre, de cuatro guardias de seguridad de la empresa militar privada Blackwater, con sentencias de 12 años a cadena perpetua, por el asesinato de 14 civiles iraquíes; al nepotismo demostrado al nombrar a su hija Ivanka y a su yerno Jared Kushner asesores de su gobierno, con oficinas en la Casa Blanca y con acceso a información confidencial; así como el enojo público con la cadena de tiendas Nordstrom que dejó de vender mercancía fabricada por su hija; más todas las trapacerías de las que nos iremos enterando,  Donald Trump ha sido el presidente estadounidense más parecido a un dictador de una república bananera.

Según declaraciones hechas por el magnate anaranjado, sin aportar ninguna prueba, engendradas muy a su estilo de puro jarabe de pico, su paso por la Presidencia le costó entre 3,000 y 5,000 millones de dólares que dejó de ganar como empresario. De ser así, uno se queda sin comprender el extraño masoquismo que impulsó a Trump a buscar la reelección y, sobre todo, a pelearla como la peleó.

Se ha sabido que a su regreso a la vida ciudadana, el hombre anaranjado, ha pensado, dado el éxito que obtuvo como productor y conductor del tele-reality El Aprendiz, tener su propio canal de televisión para dedicarlo a comentar la política: un grano en el trasero de la administración Biden. Tal vez, inspirado en las mañaneras de López Obrador, el potentado piensa producir su show diario dedicado a hablar de las bondades que tuvo su administración y de los errores que, desde su distorsionado punto de vista, cometa el presidente demócrata, con miras a relanzar su candidatura en el 2024.

Meme de la pandemia

El virus chino ha durado lo que dura lo “Made in China”. La nueva cepa es inglesa, si dura igual que la Reina Isabel ya nos jodimos.