Elecciones 2024
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En una encuesta levantada la primera semana de noviembre se registra la primera caída brusca en la aprobación del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Según la encuesta, realizada por el periódico El Universal, la aprobación del Presidente cayó 10 puntos: de 68.7 por ciento en agosto a 58.7 por ciento en noviembre (https://bit.ly/2KvJCWh).

La mayor caída en la aprobación se registra en el rubro de seguridad, con una pérdida de más de 22 puntos, pues tenía una aprobación de 53% en agosto y la tiene de 31% en noviembre.

Una mayoría de 61% cree que los problemas empiezan a rebasar al Presidente, pero un 64% cree que el Presidente tiene capacidad para enfrentar los problemas.

Una dualidad semejante se refleja en el hecho de que solo 49.7% crea hoy que López Obrador cumplirá sus promesas de campaña, caída de casi 15 puntos respecto de la medición en agosto, pero, al mismo tiempo, 55.5% cree que el país mejorará bajo su presidencia.

La balanza positiva es todavía alta para el Presidente, al punto de que si hoy se realizara una consulta ciudadana sobre si López Obrador debe permanecer en el puesto, siete de cada 10 mexicanos votarían afirmativamente.

De modo que el Presidente a la vez cae en la aprobación general de los ciudadanos y mantiene altas cotas de aprobación.

Sorprenden en estas altas cotas de aprobación al desempeño presidencial, las bajas calificaciones para sus logros.

A la pregunta de “¿Cuál ha sido el mayor logro de la Administración Federal?”, la respuesta más alta, sorprendentemente, es “Ninguno”, con 14%.

Le siguen “Combate al huachicol”: 11.5%, “Combate a la corrupción”: 7.8%, “Economía” con 5.4%, “Combate a la pobreza” con 3.9%, “Guardia Nacional”: 4.3%, “Creación de empleos”: 2.7%.

Mi impresión es que sigue vigente la dicotomía fundamental de la mirada pública en torno al nuevo gobierno.

El entusiasmo por el Presidente convive con la falta de entusiasmo por sus logros, algo presente también en otras encuestas. Hay alta credibilidad del Presidente y poca credibilidad para los logros de su gobierno.

El gobierno de los símbolos, prendido del discurso presidencial, es más potente que el gobierno de los hechos.