Elecciones 2024
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Con la aprobación en comisiones de la Cámara de Diputados, el dictamen de la nueva reforma educativa logró pasar una aduana. Sin embargo, lo más difícil aún está por venir.

A pesar de haberse cumplido su demanda de adicionar el transitorio que sujeta las relaciones laborales de los maestros al artículo 123 constitucional, la CNTE volvió a bloquear el recinto legislativo para impedir el voto del pleno.

La Coordinadora exige el desmantelamiento de la reforma “neoliberal” de 2013 (Pedro Hernández, “¡Abrogación sí, simulación no!”, La Jornada, 30/03/2019). En contraste, quienes apoyan el modelo vigente alertan sobre los riesgos de ceder ante los maestros disidentes (Marco Antonio Fernández, “CNTE: nada es suficiente”, Reforma, 30/03/2019).

Las posiciones lucen irreconciliables. El fiel natural de la balanza sería el presidente López Obrador, pero sus señales no han sido claras. Apenas el fin de semana pareció perfilar el regreso del pase automático desde las Normales, al decir que la “evaluación no es fundamental”. Al mismo tiempo, ha calificado de extremistas a los líderes de la CNTE y les ha advertido que buscará comunicación directa con los maestros.

En estas circunstancias, la probabilidad de un escenario en el que se logre el aval mayoritario de la oposición y, simultáneamente, el de la CNTE es cercana a cero. E igualmente improbable es que la reforma “peñanietista” quede vigente, pues las implicaciones para el Presidente serían obvias.

Al final, el dilema está planteado: tener a la CNTE apaciguada o lograr la aprobación de la propuesta con el voto del PRI y del PAN. Y no veo al Presidente en el ánimo de un choque con la Coordinadora. Más bien pienso que intentará evitar una ruptura para minimizar la protesta magisterial. Esto implicaría mayores concesiones —ahora o en la legislación secundaria— para la CNTE.

En este escenario, que se antoja el más probable, para alcanzar la mayoría calificada, el gobierno y su partido tendrían que negociar, uno a uno, con los legisladores de otras bancadas, al margen de la posición de sus coordinadores. En todo caso, lejos de lo que vimos con la Guardia Nacional, esta dinámica dejaría dividida, y quizá hasta fracturada, a la oposición.