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Claramente fue una decisión política y no hidráulica la que llevó al presidente Andrés Manuel López Obrador a no bloquear la llegada de Tesla al estado de Nuevo León, no necesariamente a Monterrey.

La decisión de instalar una llamada Gigafactory en aquel estado fronterizo fue de Elon Musk, después de consultar a los expertos que contrata para analizar dónde es conveniente invertir miles de millones de dólares.

Por lo que el anuncio oficial y todos los detalles de esa determinación se reservaron para que el dueño de Tesla lo anunciara a sus accionistas.

Para esta empresa automotriz el anuncio de instalarse probablemente en Santa Catarina, Nuevo León, es uno de varios proyectos que Musk habrá de presentar a los inversionistas.

Desde su planta en Austin, Texas, dará cuenta de esta nueva Gigafactory, pero también de la visión de su compañía de autos eléctricos hacia las próximas décadas.

El punto es este, Tesla incorpora a sus proyectos de negocios a México como una parte de su visión a futuro, pero pudo no haberlo hecho y seguir como si nada con alguna otra Gigafactory en el mismo estado de Texas o en cualquier otro lugar.

Vamos, Elon Musk ni siquiera dio cuenta de su videoconferencia con López Obrador en su cuenta de Twitter (él es dueño de Twitter), ni festejó la decisión de instarse en México. Él siguió posteando sus cohetes de Space X y sus memes.

En México, la situación es diferente. La inversión que Tesla tiene planeado invertir en nuestro país equivale casi a la tercera parte de la Inversión Extranjera Directa del 2022, eso implica el encadenamiento de otros tantos miles de millones de dólares en desarrollo, proveeduría y servicios para la Gigafactory y, claro, miles de empleos.

Es conocido, por los antecedentes del régimen, que nada de eso es trascendente en la toma de decisiones gubernamentales. Se sabe que lo que pesa es lo que piensa el Presidente y ya. Es así, hasta que tiene un costo político.

Tesla es una marca con muy buena prensa, independientemente de la calidad, sus autos son reconocidos como vehículos de vanguardia, del futuro. Musk es un personaje tan famoso como poderoso.

El mejor activo que tiene este empresario estadounidense de origen sudafricano es su red social Twitter. Ya encontrará la manera de hacer negocio tras su pago de 44,000 millones de dólares, pero por lo pronto, tiene en sus manos el control de un medio de comunicación universal y eso se llama poder.

Y López Obrador, con el pretexto del “no hay agua en Nuevo León” para, según él, obligar al hombre más rico del mundo a instalarse pegadito a su terminal aérea Felipe Ángeles, jugaba a las vencidas con total disparidad.

López Obrador hizo lo correcto, rectificó ante su capricho, porque sabía que el costo sería muy alto para su fama, la de su partido político y la de su eventual candidato presidencial.

Parece que alguien con algo de sensatez lo convenció en esas horas clave en torno a la videollamada con Musk.

Ojalá hubiera tenido esa sensatez al momento de decidir la cancelación del Aeropuerto Internacional de Texcoco y en tantas otras. Sin lugar a duda, este país sería uno mucho mejor con un Presidente más sensato.