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En las convenciones bancarias una de las voces que más titulares generaba era la del gobernador del Banco de México.

Históricamente siempre ha sido uno de los foros en donde el banco central ha dejado algún mensaje importante.

Es prehistoria, pero solía ser en las convenciones bancarias una de las dos ocasiones en todo el año cuando se conocían el monto de las reservas internacionales del país de voz del propio titular del banco central, la otra ocasión era el informe presidencial.

La transparencia y la autonomía del banco ya no hacen necesario conocer ese dato que se revela de forma semanal, pero siempre el pulso monetario del gobernador del Banxico encontraba en ese encuentro un marco especial.

No habría razón para criticar la poca trascendencia del mensaje de la gobernadora actual del Banco de México, Victoria Rodríguez Ceja, si no fuera por la coyuntura que tiene al país enfrascado entre una inflación que de nueva cuenta sube y una política monetaria con una tasa históricamente alta, pero que parece no dar resultados.

Un banco central tiene que salir a demostrar a los mercados su poder de influencia, su determinación con los objetivos del sentido que tenga su política monetaria en ese momento y su intolerancia con los que no se muestren alineados con sus objetivos.

Eso se traduce en la necesidad de una comunicación efectiva y respetada.

En la reunión de política monetaria del pasado 21 de marzo una mayoría de integrantes de la junta de gobierno decidió una baja de un cuarto de punto en la tasa interbancaria, que, si bien quedó en un altísimo nivel de 11%, pareció como el disparo de salida para bajas futuras, todo por no saber explicar lo que llamaron un ajuste fino.

Ahí está en su propia minuta de esa reunión una muy buena explicación de lo que podría pasar con su determinación de bajar la tasa y tal cual sucedió.

Es el argumento de Irene Espinoza, la única integrante de la Junta de Gobierno que votó en contra, y dijo: “el hecho de que el mercado espere que la inflación sea mayor a nuestros pronósticos indica que es prematuro iniciar la reducción de la restricción monetaria. Hacerlo pondría en riesgo la convergencia y, con ello, la credibilidad sobre el compromiso de este Instituto Central con su mandato prioritario de la estabilidad de precios”.

Por supuesto que las presiones inflacionarias no son responsabilidad del banco central, hay muchas tensiones internas y externas que ayudan muy poco a que se mantenga el proceso desinflacionario.

Pero buena parte del trabajo de la autoridad monetaria está en desanimar, en esta fase restrictiva, a los agentes económicos a que suban sus precios, no en justificar que los servicios suben porque las empresas no han terminado de traspasar a los precios finales los mayores costos de producción enfrentados desde la pandemia.

Ayuda más una invitación a sumarse a los sacrificios realizados para bajar la inflación y amarrarse el cinturón en estos tiempos.

Y a diez días de la siguiente reunión de política monetaria estamos en un escenario de renovadas presiones inflacionarias, sobre todo en servicios, con un mayor nerviosismo financiero, interno y externo, y con una cautela y prudencia excesiva del Banco de México que fácilmente se puede confundir con debilidad.