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Hoy es más rentable para millones de estadounidenses sentarse en su sillón, abrir una cerveza, jugar videojuegos o ver una serie de televisión, antes que salir a buscar un empleo, ahora que la vida cotidiana trata de volver a la normalidad.

Y esto sucede porque el subsidio por desempleo que reciben por parte del gobierno demócrata de Joe Biden es superior al ingreso mínimo que pueden recibir por hacer hamburguesas durante ocho horas.

Esto, que era un temor por parte de no pocos analistas, quedó demostrado con las cifras de creación de nuevos empleos durante abril pasado, cuando los cálculos hablaban de un requerimiento de un millón de nuevos trabajadores que acompañaran la evidente recuperación económica y solamente se lograron ocupar 266,000 plazas laborales.

Los otros 700,000 estadounidenses cobran y no salen de sus casas. Y lo que es peor para la economía estadounidense, tienen un ingreso mayor al salario que pagan muchas empresas de aquel país.

Estados Unidos ya vive hoy una presión inflacionaria que ha llevado a su indicador de precios al consumidor al doble de lo que la Reserva Federal (Fed) suele tener como meta tolerable de inflación. Su meta es 2% y hoy está en 4% de inflación anual.

No hace la Fed mayor aspaviento con ese tema porque le conviene vender entre los estadounidenses que las presiones actuales en la inflación son un asunto meramente temporal que no debería llamarles la atención. Pero eso puede cambiar.

Hasta hoy, las presiones en el consumo han elevado algunos precios. La parálisis económica entorpeció muchas cadenas productivas que hoy tienen dificultades para cumplir a tiempo con la demanda que ha generado el tener más consumidores activos.

Una cadena de suministro que se ha vuelto famosa en estos días es la de los chips de computadora, pero la realidad es que hay problemas de suministro de muchas materias primas.

Los estadounidenses que no pudieron gastar durante largos meses, por tener que quedarse encerrados en casa, ahorraron grandes sumas que hoy buscan destinar a lo que mejor saben hacer: consumir.

La expectativa de las autoridades monetarias es que se puedan regularizar las cadenas de proveeduría y que la presión por la disponibilidad de recursos adicionales pueda regularizarse en corto tiempo.

Pero hay algo que inquieta y que puede marcar un camino de presiones inflacionarias de más largo plazo.

Hay empresas que hoy quieren regresar a trabajar con mayor intensidad, pero no encuentran mano de obra disponible y lo que empiezan a hacer es aumentar las ofertas salariales.

Quieren levantar de sus sillones a aquellos que prefieren el subsidio gubernamental y para ello aumentan los ingresos que ofrecen.

Esa presión salarial se traspasa a los precios de los productos de esas mismas compañías y cierran un círculo vicioso que es más difícil de romper.

Una carrera precios-salarios es más difícil de romper y puede implicar distorsiones en la política monetaria que Estados Unidos exportaría de inmediato a través de sus mercados financieros.

Así que, ese trabajador subsidiado que ahora ve la televisión puede ser un problema para la economía del mundo.