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Los estimados macroeconómicos del paquete presupuestal para el 2019 asumen el golpe dado a la confianza con las primeras acciones del nuevo gobierno, incluso de aquellas decisiones tomadas antes de asumir formalmente el poder.

Un crecimiento económico en torno a 2% es una expectativa que incluso podría ser optimista si se concretan algunos malos augurios económicos globales.

Allá afuera la guerra comercial entre China y Estados Unidos, la situación política de Donald Trump y un ambiente de aversión al riesgo pueden minar el camino de una economía emergente como la mexicana, que podría no distinguirse por ser muy amistosa con los capitales externos en estos nuevos tiempos.

Es posible que si no hubieran descompuesto el panorama financiero con la decisión de cancelar el nuevo aeropuerto de Texcoco, una estimación del tipo de cambio en 20 pesos por dólar al cierre del 2019 habría sido hasta exagerada, pero bajo las condiciones actuales parece quedar el pronóstico cambiario del lado de los que esperan el milagro de la moderación discursiva y de los ánimos de confrontación que ha impulsado este gobierno en su arranque.

La estimación de inflación en torno a 3.4% también suena optimista, aunque hay que conocer detalles de los nuevos precios controlados que podrían influir artificialmente en los precios.

Los cálculos de ingreso y gasto del paquete económico se hacen con base en los resultados de este año y no partiendo del presupuesto elaborado para el 2018. Un cambio interesante para dejar de subestimar las cuentas.

En fin que los cálculos macroeconómicos, que aunque optimistas, más la proyección de un superávit primario de 1% del Producto Interno Bruto, hacen del paquete económico uno que puede dar calma a los mercados.

Está claro que, al menos en este arranque de gobierno, la nueva administración sí le dio peso a la percepción de los mercados internacionales respecto a la salud financiera de México.

Hay, sin duda, claridad en el equipo del secretario de Hacienda Carlos Urzúa de la importancia de mantener la calificación crediticia en grado de inversión, a pesar de las primeras pifias cometidas.

Pero los detalles más preocupantes del primer presupuesto de este gobierno están en el desglose de los recortes al gasto y las asignaciones a los proyectos estrella del presidente López Obrador.

Santa Lucía, un gasto totalmente innecesario, más el tren Maya, que es el emblema que quiere dejar el presidente como legado, y todos los programas sociales prometidos. Esto es lo que domina el gasto, a costa de recortes importantes en muchos otros rubros.

Poco tiempo tendrán los más afectados con los recortes para tratar de cabildear algún cambio entre los diputados. Primero porque quedan solamente 13 días para aprobar todo el paquete económico, con todo y sus ingresos y sus gastos.

En segundo lugar, porque el estilo de este gobierno es que haya una sola línea en el ejercicio del poder.

Es más, hay cálculos de la aplanadora que estiman que podría quedar resuelto el presupuesto antes de la Navidad. La instrucción a las comisiones es que hagan su trabajo rapidito.

No es previsible que los legisladores le hagan una cirugía profunda al paquete económico, porque los opositores son pocos y los seguidores son disciplinados. Podría haber algunos ajustes menores en materia de gasto ante las evidencias que alcancen a presentar los afectados del daño que pueden hacer ciertos recortes.