Elecciones 2024
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Eso no fue lo que acordamos, Ángel Javier, estás traicionando el pacto que hicimos antes de las elecciones. Tú lo has dicho, antes de las elecciones: ahora vivimos otro tiempo, Federico. La gente lo está pidiendo. Aguanté lo más que pude, pero el pueblo quiere ver mafiosos tras las rejas. Con ese deseo, votaron por mí treinta millones de personas. Sí, votaron por ti porque los dejamos que votaran por ti. Porque esta vez no recurrimos a las estrategias que mi partido ha practicado con éxito desde siempre. Han practicado con éxito, como dices tú, cuando han tenido candidato y, sobre todo, cuando el gobierno no ha sido tan descaradamente corrupto como fue el tuyo.

El diálogo telefónico entre el presidente de la república, Ángel Javier García Roldán y el expresidente Federico Piña Sobrino, tiene lugar al mediodía del Viernes Santo. Pero los hechos que aquí se narrarán comenzaron, como la cuaresma, el Miércoles de Ceniza, cuando una orden de aprehensión de la Fiscalía General de la República (FGR) se hizo efectiva en contra del líder petrolero Joaquín Somero Dechar, acusado de enriquecimiento ilícito por 150 millones de dólares.

Somero Dechar, inauguró lo que la prensa, la que pega por la paga y la que pega sin cobrar, llamó el efecto dominó sindicalista: Acusados de desvío de recursos, enriquecimiento ilícito, defraudación fiscal y otras fechorías, detrás de Joaquín Somero cayeron el llamado Héroe de Naconazi, el líder ferrocarrilero Luis Flores Z., y el “Emperador de la Burocracia”, Salustio Ayala Pascoe. “La trifecta infecta”, la llamó con su humor desigual el columnista Miguel R. Ascencio.

Pero los líderes sindicales caídos en desgracia, si bien causan compasión, en los altos círculos de la política no son considerados cantantes peligrosos. Están tan desprestigiados que todo lo que digan será al revés. Aquí lo arriesgado, lo que puede finiquitar el prestigio de políticos cimeros y la honra de epónimos patriotas impunes, es lo acontecido el Viernes de Dolores: la aprehensión de Emiliano Loera Agustín, director de Pemex durante la mayor parte del sexenio de Piña Sobrino, acusado de cohecho por haber recibido 10 millones de dólares de la trasnacional brasileña Odebrecht.

Federico, vacacionaba en España cuando supo de la detención de Emiliano. Regresó al país de inmediato, a pesar que el expresidente Carlos Sobera de la Flor, al que consideraba su jefe político y su guía espiritual, le aconsejó permanecer en Europa. Pero él en el Estado de México se sentía seguro. Hasta ahí llegó el abogado enviado por Sobera, tenía mucho interés en pulsar el ánimo de Federico y saber hasta dónde lo alcanzaría la mierda que pudiera soltar. El caso no está fácil –dijo el emisario. Si bien el delito electoral ya prescribió, la Fiscalía acusó a Emiliano de cohecho, transgresión vigente. Al parecer le ofrecen un buen final si te pone en medio. Por lo pronto, mis orejas me informaron que la Fiscalía ya tiene armado tu expediente.

¡Hijo de puta! Fue lo primero que le dijo Federico a Ángel Javier cuando éste contestó su llamada. Debí de hacerles caso a todos los que me dijeron que ibas a traicionarme. Prometiste no hacernos nada ni a mí ni a mi clan. Los pinches líderes sindicales me valen madres. Pero, ¿Emiliano? Y los que siguen. ¡¿Qué?! Serénate Federico, tienes tres bolas y dos strikes, en una de esas te salvas. Si de verás eres hombre ordena que no me hagan nada. Soy hombre pero demócrata y respeto al Poder Judicial. ¡Chinga tu madre!. Acabó la conversación. Ángel Javier vio el reloj. Eran las tres de la tarde, la hora en que murió Jesucristo. Recordó el Sermón de la Montaña: “Bienaventurados los que padecen persecución por causas de la justicia: porque de ellos es el reino de los cielos”.

Cuando Sobera de la Flor, llegó a la casa de Ixtapa de la Sal, Federico ya se había tomado casi una botella de whisky. Estaba totalmente ebrio y completamente solo. En la computadora había escrito: ¡Soy inocente! ¡Soy inocente! Carlos le pidió un whisky con mucho hielo y soda. Trastabillando, Federico fue por hielo a la cocina. Sobera aprovechó para escribir en el mismo documento: Mejor es morir que traicionar a mi patria como me pide García Roldán. Mi último deseo: ¡Justicia o Muerte! FPS, iniciales de Federico. Salvó lo escrito, limpio el teclado y puso la computadora en reposo.

Esto pasa –masculló Federico dándole la bebida a Sobera- cuando a uno le quitan a sus ayudantes del Estado Mayor. Me siento la señora de la casa. Piña Sobrino soltó una carcajada, Carlos fingió estar divertido. Dio un trago a su bebida y la dejó en la mesa con su mano izquierda, la derecha la traía cubierta con un guante quirúrgico. Sin que el expresidente más joven se percatara, el expresidente de más edad se llevó su enguantada mano a la cintura y sacó una Beretta 84 con silenciador. Se aproximó a Federico que estaba sentado y puso la pistola en la sien derecha de Piña Sobrino que al sentir el arma tuvo tiempo de voltear para ver a su asesino. La última imagen que captó fueron los ojillos de depredador del hombre que jaló del gatillo.

Enseguida Carlos puso la Beretta en la inerte mano derecha de Piña Sobrino y murmuró para sí: Te voy a hacer héroe nacional, muchacho pendejo.