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Repentinamente, los inversionistas están de vuelta en los mercados emergentes, nada será igual a los tiempos del enamoramiento que provocó el desamor de la tasa cero de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), pero hoy queda algo de fuego de aquellas cenizas.

No hay nada que renueve el atractivo de los emergentes, al contrario, se mantienen las mismas calamidades que en su momento alejaron a los capitales. Lo que hoy revive los amores por el riesgo de los mercados inmaduros es la condición de las economías desarrolladas.

Ni hablar de Europa que está en medio de un debate de qué hacer desde su política monetaria para respaldar una economía que no logra despegar después de la gran recesión. Las inversiones en euros no son por ahora las mejores.

Japón se encuentra atrapado en sus Abenomics y China, que está en la lista de los emergentes, pero que tiene un peso específico determinante, se enfrenta a la realidad de una desaceleración que tiene impacto global.

Es por lo tanto Estados Unidos el epicentro del vuelo a la calidad. La seguridad de los papeles del bono del Tesoro se combinó con la expectativa de un crecimiento más sostenido de esa economía que llevaría a las tasas de interés de la Fed a una neutralidad.

Sin embargo, los motores de crecimiento estadounidenses no parecen afinados para un despegue. La actividad industrial está claramente en el terreno recesivo; la confianza de los consumidores se mantiene en niveles bajos.

Y si bien hay sectores de esa economía que se mantienen más dinámicos como el mercado inmobiliario y la creación de empleos, lo cierto es que quien no ha comprado el sentimiento optimista es el propio banco central.

Para los inversionistas no habría mayor dificultad en acompañar a Estados Unidos en un crecimiento dispar que arrojará una expansión este año esperada en torno a 2 por ciento. Pero lo que desanima, o quizá anima, a los capitales es que la Reserva Federal se mantiene cautelosa.

Tras el primer aumento de la tasa de interés de referencia en diciembre pasado, lo que se antoja es que este año no tenga más allá de uno o dos incrementos. Difícilmente serán cuatro, como se pensaba a principios de año.

No encontrar buenos rendimientos en el mejor mercado maduro del mundo regresa el interés por otros destinos, esto ayuda a ser más tolerantes al riesgo y tomar posiciones en mercados de deuda y de renta variable en destinos como México.

A Estados Unidos no le cae mal que salgan unos dólares financieros de sus trincheras, porque eso ayuda a regresarle algo de competitividad a su divisa, que en su fortaleza ha encontrado un lastre para crecer.

Ahora, este regreso a los emergentes no es un amor con promesa matrimonial. La verdad es que los inversionistas vienen a pasar el rato en lo que ven qué pasa con los precios de los commodities, con énfasis en los precios del petróleo.

Quieren saber si el gobierno chino es capaz de mantener el ritmo de sus estímulos sin provocar burbujas internas, quieren ver si esas economías emergentes logran corregir sus desequilibrios fiscales y crecer de manera sana.

En el momento en que la Reserva Federal guiñe el ojo a los inversionistas con un aumento en el premio de la tasa de interés, los amantes interesados volverán a abandonar a los incondicionales mercados emergentes.

El repentino y efímero amor por los mercados emergentes - val_int_fmi_210416