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Ya pasó Jonás, una de las tormentas invernales más fuertes de los últimos tiempos en la costa este de Estados Unidos. Dejó mucha nieve, temperaturas congelantes y cientos de millones de dólares en pérdidas económicas. Esta semana, habrá de mejorar la temperatura en las zonas afectadas durante el fin de semana.

El invierno juega un papel importante en la economía de Estados Unidos. Las dos temporadas pasadas fueron tan bajas las temperaturas y tan constantes las tormentas, que hubo una afectación en la recuperación económica, a tal nivel, que fueron factores para posponer las decisiones de política monetaria de la Reserva Federal (Fed).

En otros tiempos, esos fríos eran determinantes para que subiera el precio del petróleo por la necesidad de usar más combustibles para calentar las habitaciones.

Pero este invierno ha sido diferente, hasta antes de Jonás la constante eran las temperaturas más bien moderadas de diciembre, que no habían entorpecido las actividades económicas, con excepción de los centros de esquí, que tenían muy poca nieve para ofrecer sus servicios.

Como sea, hace frío, y se junta con las temperaturas bajas de la economía de China, con los niveles de hielo de los precios del petróleo y el resto de materias primas. Toda esta condición que enfría la economía global choca de frente con las altas temperaturas de los mercados financieros, que han tirado las cotizaciones de las monedas emergentes y han llevado a los suelos los precios de las acciones en muchos mercados bursátiles.

En la meteorología, la combinación de corrientes frías con aire caliente forma huracanes y tornados que arrasan con lo que encuentran a su paso. En la condición económica actual, esos choques de una economía fría con mercados calientes van a dejar damnificados importantes.

Los menos preparados ya perdieron el techo: Brasil, Rusia, Venezuela. Los mejor pertrechados perderán algunos vidrios y la mampostería: México, Canadá, Australia. Lo cierto es que serán pocos los que no tengan algún daño que reportar.

Pero estos huracanes pueden alcanzar a los que hoy siguen reconstruyendo sus grandes economías, tras el paso de la tormenta de la gran recesión. Específicamente, Estados Unidos y Europa no pueden considerarse como fuera de peligro en esta tormenta que azota a los emergentes.

Desde el Banco Central Europeo dejaron saber al mundo que para la primavera encenderán la calefacción de las medidas monetarias emergentes y algo harán. Ya sea mantener negativa la tasa de depósito, comprar bonos o alguna otra medida heterodoxa para impulsar la economía.

Eso le subió unos grados a los termómetros de los mercados el viernes pasado. Pero no hay duda de que las verdaderas palas para remover la nieve de la economía y los extintores para apagar algunos de los fuegos de los mercados los tiene la Fed.

La inflación tan baja, la actividad económica tan lenta, la creación de empleos desacelerada y el panorama global son razones suficientes para que los banqueros centrales de Estados Unidos pongan un freno a su regreso a las tasas de interés neutrales.

Podrán considerar no subir el costo del dinero en este año no más de una ocasión y si lo hacen saber al mercado, seguro ayudarán a calmar los ánimos. Y de paso se benefician de frenar la desmedida fortaleza del dólar, que hoy, entre otras calamidades, devora a su industria exportadora.