Elecciones 2024
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Fue García Márquez el que dijo que él escribía para que sus amigos lo quisieran más. No se si Eduardo Galeano, el escritor uruguayo que murió el pasado lunes, compartía con el nobel colombiano ese deseo. Lo que sí sé es que yo a Galeano en la medida en que lo leí y lo seguiré leyendo siento, sentí y sentiré, un gran cariño por él. Me hubiera gustado haberlo conocido y pasarme una tarde con él tomando café y fumando —cuando yo lo hacía— y, sobre todo, escuchándolo, abrevando de su saber sobre el tema que fuere, disfrutando de su plática que imagino era sabrosa y cálida y, obviamente, sapiente como sus escritos en los que, bien a bien, uno como lector no se percata con exactitud dónde empieza la ficción y acaba la vivencia personal, dónde la poesía se convierte en prosa que relata y el relato en historia y la historia en metáfora que envuelve un grito de protesta, justicia y rebeldía.

A los escritores uno los conoce al leerlos. A Galeano lo conocí por mi cuenta pero me lo presentó formalmente mi cuñada, la bien recordada Cecilia Loría. Una tarde cercana a la Navidad, con un poco de reserva porque la imagen que ella tenía de mí era de frivolidad, me preguntó si había yo leído algo de Eduardo Galeano. Sí, le dije, y no le mentí, había leído unos artículos y publicaciones cortas suyas en el periódico La Jornada; a mi memoria vino una de sus frases que me había impactado de tal forma que la recordé sin ningún esfuerzo y se la dije: “Nos educan para la parálisis y luego nos venden las muletas”.

El día de Navidad, Cecilia me presentó, formalmente, a Galeano envuelto para regalo. Los tres tomos de Memoria del fuego, de los cuales sólo conservo el titulado Los nacimientos, fueron su tarjeta de visita. Debo haber estado borracho la noche que presté los otros dos tomos, Las caras y las máscaras y El siglo del viento, a una persona de las que siguen al pie de la letra el lema que dice: “Pendejo es el que presta un libro, pero más pendejo el que lo devuelve”. Lo peor es que yo presté dos libros al mismo tiempo. Doblemente pendejo.

Pero lo bueno es que la trilogía me sirvió para enterarme de hechos y personajes inusitados de nuestro continente, pero, sobre todo, contactar a un uruguayo universal, a un latinoamericano ejemplar que, para mí, se volvió un amigo entrañable. Mi cuñada me dijo que no lo había encontrado pero que el libro más significativo de Eduardo era Las venas abiertas de América Latina que yo, posteriormente, conseguí y conservo. Ahora mismo lo abro y leo una frase que subrayé: “La región (América Latina) sigue trabajando de sirvienta”.

Reflexiono sobre la gran verdad que entraña la frase subrayada y reparo en que, precisamente, mientras Galeano moría, a los 74 años, víctima de cáncer pulmonar en su natal Montevideo, en Panamá se reunían, en la denominada VII Cumbre de las Américas, los presidentes Raúl Castro de Cuba y Barack Obama de Estados Unidos. Qué interesante hubieran resultado sus opiniones y observaciones sobre este hecho histórico que ojalá y sea el vislumbre de un nuevo trato, más equitativo y justo, no sólo entre Cuba y Estados Unidos, sino entre el Tío Sam y toda Latinoamérica

Humor, amor y sapiencia

Tal vez a alguno de los lectores les conste que en esta columna he citado en más de una ocasión alguna frase, un aforismo o alguna idea de Eduardo Galeano, sea para apoyar un concepto, cerrar un tema o, simplemente, como un detalle de humor.

Ofrezco a los lectores un compendio breve de citas del gran escritor que pudo, con gran profundidad, sintetizar en sus escritos la lucha por la dignidad y la justicia, el amor por el prójimo y la esperanza de la vida:

“Estamos en plena cultura del envase. El contrato de matrimonio importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo y la misa más que Dios”.

“El código moral del fin del milenio no condena la injusticia, sino el fracaso”.

“El poder es como un violín. Se toma con la izquierda y se toca con la derecha”.

“Todos somos mortales hasta el primer beso y la segunda copa de vino”.

“La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo”.

“El trabajo no vale nada, no hay plata que alcance, se hace el doble a cambio de la mitad. ¿Qué producen nuestros países? Brazos baratos. La realidad se vuelve chiste de humor negro: ‘Hay que apretarse el cinturón’. No puedo. Me lo comí ayer”.

“El mundo es una gran paradoja que gira en el universo. A este paso, de aquí a poco los propietarios del planeta prohibirán el hambre y la sed, para que no falten el pan ni el agua”.

“El médico brasileño Drauzio Varella pudo comprobar que el mundo estaba destinando cinco veces menos dinero a la cura del mal de Alzheimer que a los estímulos para la sexualidad masculina y la silicona para la belleza femenina. O sea, que de aquí a unos años vamos a tener viejas de tetas enormes y viejos de penes duros pero ninguno conseguirá recordar para qué sirven”.