En Sin rodeos del lunes, Diego Fernández de Cevallos abordó “la andanada de reproches y acusaciones” generadas por la definición presidencial como asunto de cultura del binomio corrupción-impunidad. Si, como rezaba una campaña (por desgracia desaparecida), ofrecer una mordida a policías (alentándolos a incursionar en delitos mayores) no es tan “cultural” como la música ranchera, … Continued
En Sin rodeos del lunes, Diego Fernández de Cevallos abordó “la andanada de reproches y acusaciones” generadas por la definición presidencial como asunto de cultura del binomio corrupción-impunidad.
Si, como rezaba una campaña (por desgracia desaparecida), ofrecer una mordida a policías (alentándolos a incursionar en delitos mayores) no es tan “cultural” como la música ranchera, los albures o el mole, ¿qué será?
Enrique Peña está convencido de que corrupción e impunidad son “un problema de orden humano, y para hacerle frente tenemos que partir de reconocer esta debilidad”, lo cual parece agraviar a quienes imaginan que “sociedad” o “pueblo” son sinónimos de honradez y rectitud.
Diego escribió que “bondad y maldad en las conductas humanas” obligan a las familias y gobiernos a “una gran cruzada civilizadora” y que, si no se complementan con educación, son insuficientes “buenas leyes y castigos severos”.
Quizá eso explique la generalizada buena conducta de los mexicanos en países donde corrupción e impunidad no forman parte sustantiva de la “cultura” de sus educadas sociedades…