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A casi 10 años del comienzo de la crisis financiera, la economía global por fin ha alcanzado un sólido ritmo de crecimiento. Sin embargo, la actividad económica se podría ver amenazada por factores como las crecientes tensiones comerciales, el alza en el precio del petróleo, la apreciación del dólar y el alza en las tasas de interés.

Adicionalmente existe otro riesgo de carácter fundamental al cual los mercados parecen no estar dando suficiente peso: el regreso del endeudamiento.

El ciclo de recuperación poscrisis que hemos vivido ha sido muy diferente a los transcurridos después de otras recesiones. Esto se debe a que la naturaleza de la Gran Recesión es muy diferente a la de la mayoría de las recesiones vividas en los últimos 90 años.

Una recesión normal de características cíclicas es comúnmente provocada por alguna o varias de las siguientes razones: I) un ajuste de inventarios a causa de una sobreproducción; II) una caída en la demanda agregada por un choque externo; y/o III) un error de política fiscal o monetaria.

Las recesiones cíclicas, por lo general, son cortas y poco profundas siempre y cuando las autoridades económicas tengan la capacidad de aplicar medidas eficaces de política económica ágilmente. Sin embargo, la Gran Recesión que comenzó en el 2008 fue una crisis de sobreapalancamiento que contribuyó a la creación y explosión de una gran burbuja.

Como consecuencia, la recuperación de los últimos 10 años se dio en medio de un lento y doloroso proceso de desendeudamiento del sector privado que la hizo mucho más lenta y dispareja que otros periodos posrecesión a pesar de la implementación de estímulos monetarios sin precedente en monto y velocidad de implementación.

Para que el desapalancamiento del sector privado no fuera devastador, parte del endeudamiento excesivo se trasladó al sector público, donde los niveles de apalancamiento tuvieron un incremento importante entre el 2007 y el 2014 (la deuda pública total a nivel global pasó de 63% del PIB a finales del 2007 a 79% a finales del 2014, de acuerdo con datos del Banco de Pagos Internacionales). Sin embargo, a partir del 2016, los niveles de endeudamiento público global han comenzado a subir, pasando de 80 a 86% del PIB mundial.

Asimismo, durante los últimos tres años, los niveles de apalancamiento privado a nivel global también han venido creciendo a una tasa preocupante.

La deuda total, pública y privada (excluyendo el sector financiero) a nivel global como porcentaje del PIB pasó de 218% al cierre del tercer trimestre del 2015 a 245% al cierre del tercer trimestre del 2017. Dicha cifra representa un nuevo máximo histórico y supera ampliamente el nivel de 215% observado justo antes de la explosión de la crisis financiera del 2008.

Aunque los excesos y algunas de las prácticas crediticias de la era precrisis que contribuyeron a la gran burbuja no se encuentran con tanta facilidad actualmente, las cifras no mienten.

Lo preocupante es que en algunas economías, como Estados Unidos, la trayectoria esperada hacia delante no es una de prudencia sino de mayor apalancamiento.

De acuerdo con datos del FMI, la deuda pública como porcentaje del PIB en Estados Unidos se incrementará de 107% al cierre del 2016 a 117% en el 2023.

Para dar un poco de contexto, Estados Unidos es actualmente la economía desarrollada más endeudada del mundo después de Japón (236% del PIB) e Italia (131% del PIB).

Afortunadamente, Estados Unidos es la única economía desarrollada donde el FMI anticipa una razón deuda/PIB con una trayectoria ascendente para los próximos cinco años.

Esto sugiere que el resto de los países de la OCDE están aprovechando esta etapa robusta del ciclo de crecimiento económico para sanear sus finanzas públicas y generar las condiciones para poder implementar estímulos en la siguiente recesión.

Desafortunadamente, éste no es el caso de Estados Unidos, donde la prudencia fiscal parece haberse olvidado.

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