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El mecanismo elegido para investigar los posibles conflictos de interés del presidente Peña Nieto lleva en su seno un conflicto de interés.

El presidente Peña no solo ha nombrado a un subordinado para que lo investigue, sino que en la misma ceremonia del nombramiento le ha aclarado, con la ley en la mano, que él no ha incurrido en los ilícitos de que le pide investigarlo.

Para evitar desde el primer momento todo conflicto de interés, el funcionario recién nombrado, Virgilio Andrade, hubiera tenido que excusarse en el mismo acto, diciendo lo obvio: que no podía emprender la investigación sobre los conflictos de interés del Presidente sin incurrir él mismo en un conflicto de interés con el Presidente.

Esto habría dado credibilidad instantánea a Virgilio Andrade, aunque habría licuado en el aire la sustancia misma del acto, que era hacerlo responsable de la investigación.

El Presidente anunció que Andrade, nuevo secretario de la Función Pública, sería acompañado o supervisado en su investigación por un grupo de expertos independientes, de los que no se dio noticia. Una especie de testigos de calidad.

Con este último ingrediente, quizá el Presidente y su nuevo secretario estén todavía en posibilidad de rescatar la credibilidad del mecanismo tautológico que han puesto en la mesa.

Como están las cosas hoy, Andrade será el investigador activo y los expertos, sus testigos de calidad. Si el Presidente y Andrade invirtieran estos papeles, el mecanismo dejaría de ser tautológico y empezaría a tener credibilidad, a decir algo nuevo.

Invertir los papeles quiere decir que Andrade se excuse de hacer la investigación, porque tiene conflicto de intereses, y la entregue a los expertos independientes no como testigos de calidad, sino como investigadores activos, de los cuales el secretario  Andrade pasaría a ser el testigo de calidad, y el facilitador burocrático.

La inversión de la fórmula quitaría al mecanismo escogido su conflicto de interés endogámico, que se aproxima a lo ridículo, haría interesante la oferta para los expertos y creíbles las conclusiones para un público cuya ganas de creer, en este momento, se aproximan a cero.

 

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