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La esperada conferencia de prensa que Marcelo Ebrard realizó el pasado miércoles, trajo consigo una cauda de especulaciones y comentarios, sin que se sepa bien a bien cuáles fueron las intenciones del excanciller de emplear la reunión para despotricar de la dirigencia de su partido y, sobre todo, de la aspirante que encabeza las encuestas.

Ebrard estableció como punto de partida de su coloquio la “altísima probabilidad” que tiene Morena de ganar la elección presidencial del 2024. “Tiene el respaldo de la mayor parte de la población de México”. En ese contexto afirmó que sólo hay dos opciones con probabilidades de ganar el título de coordinador o coordinadora de los Comités de Defensa de la 4T —extensísimo eufemismo para eludir el termino candidata o candidato: “Es Claudia o soy yo”.

Una vez deslindado el asunto del que resultó el binomio antagónico: Claudia o Marcelo; éste se declaró el futuro triunfador de la contienda. Según manifestó, y mostró una lámina de apoyo, las encuestas dicen “que nosotros —Ebrard— vamos adelante de Claudia Sheinbaum al día de hoy”.

De ahí pasó a denunciar las malas prácticas de su contrincante y la complacencia y simulación de Mario Delgado, presidente de Morena, hacia las mismas. Mencionó que la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México ha pagado encuestas falsas y ha utilizado recursos públicos del gobierno capitalino para sufragar los gastos de los anuncios espectaculares fijos y en el transporte urbano, así como la pinta de bardas que se han extendido por todo el país; además de financiar campañas negras en contra de él y su familia y estar haciendo un “acarreo monumental”.

En otro orden de acusaciones, expresó que dependencias como la Secretaria del Bienestar, promueve activamente la figura de Claudia y la presenta como la opción favorita del presidente López Obrador.

Marcelo que pugnó, desde que el presidente nombró a las llamadas corcholatas, para que hubiera un piso parejo, con su declaración del miércoles, parece enviar un áspero mensaje al mismísimo Andrés Manuel sin que ningún comentarista, columnista o politólogo lo haya descifrado cabalmente. Lo anterior lo escribo en la creencia de que Ebrard no es un ingenuo principiante en política; por el contrario, es el gallo más jugado del sexteto de la 4T.

El pasado existe y puede modificar el presente. No hay que olvidar que en el 2012, Ebrard, reconoció que la encuesta del PRD favorecía la candidatura del actual presidente y no sólo admitió esto, sino que se adhirió a su campaña. Inclusive se llegó a hablar de un pacto entre ambos para que uno siguiera al otro. Lo que después sucedió, al perder el tabasqueño la presidencia, tal parece, que hizo que ese tácito propósito se fuera por otro camino en el 2018, aunque quizás algo quedó en la memoria y discernimiento del inquilino de Palacio Nacional.

Por lo pronto, en la mañanera del jueves, a pregunta expresa sobre lo dicho por el que fuera su canciller el día anterior, contestó que éste estaba en su derecho.

Soy de los que creen que el envite de Marcelo es estratégico. No creo que sea tan poco avezado como para dar un salto al vacío o que, fatalmente, siga la secuela de su preceptor político, Manuel Camacho Solís, que al sentirse desplazado de la preferencia de Carlos Salinas por Luis Donaldo Colosio se sintió traicionado y rompió con el presidente y, eventualmente, con el candidato. Pero son otros los tiempos y otra la circunstancia. Entre Ebrard y López Obrador no existe el nivel de amistad que existía entre Camacho y Salinas. Claudia no tiene nada en común con Colosio y para que AMLO sea como Salinas, le sobra pelo y le faltan orejas. ¿La moneda está en el aire?

Punto final

Cuenta la leyenda que cuando la Llorona se enteró del precio de las colegiaturas, útiles y libros escolares; uniformes, tabletas y computadoras, dejó de buscar a sus hijos.