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Los únicos planes gubernamentales que han permitido que México mejore sus pronósticos de crecimiento económico para este año se han hecho en La Casa Blanca, en Washington, DC.

De hecho, si alguien quisiera presumir que con sus decisiones de gobierno se ha fortalecido el peso frente al dólar, ese tendría que ser Joe Biden, el presidente demócrata de Estados Unidos.

Y está claro que el gobierno estadounidense no tiene ningún interés en echarle la mano a la 4T para que pueda salir de la larga recesión en la que se ha sumido la economía mexicana. Lo que sucede es que los planes de rescate de la economía de aquel país son tan grandes que acaban por tener efectos internacionales.

Primero, un plan de vacunación que funciona. Casi 200 millones de dosis de vacunas contra el SARS-CoV-2 aplicadas en menos de cuatro meses.

Después, un plan que ya está en marcha, por 1.9 billones de dólares para que muchas familias de ingresos bajos y medios en Estados Unidos tengan un cheque por 1,400 dólares para gastar.

Y lo que sigue es un debate intenso entre demócratas y republicanos para lograr la aprobación de un plan de modernización de infraestructura por 2.2 billones de dólares. Es fácil perder la dimensión de las cantidades, por lo que vale decir que Biden quiere aplicar en ocho años un presupuesto similar a dos veces el tamaño del Producto Interno Bruto (PIB) de México.

Seguro que a los demócratas poco les importa que la 4T asuma como propios los efectos positivos de sus planes económicos, esos que permiten a la Secretaría de Hacienda cometer su pecado favorito de optimismo y presuponer un crecimiento del PIB este año de 5.3 por ciento.

Lo que sí no tolerarán es que un país satelital, como México, que además de obtener beneficios extraordinarios, pretenda bloquear sus intereses económicos.

La Representación Comercial de Estados Unidos (USTR, por sus siglas en inglés) es muy clara en ubicar a México del lado de los problemas en su reporte de Barreras al Comercio Exterior de este año.

No todos los lastres han sido tendidos por la 4T, pero a los que había se han sumado nuevas barreras y algunas muy importantes, como las que se han aplicado en el sector energético.

Y es justamente ese sector donde puede haber la mayor tensión entre los dos gobiernos, porque una parte muy importante del plan de infraestructura de Joe Biden pasa justamente por llevar a Estados Unidos hacia las energías limpias de forma más acelerada.

Específicamente en el sector automotriz, donde la estrategia ideológica del gobierno mexicano es combatir a las empresas que generan energías limpias para privilegiar al carbón y el combustóleo. Al tiempo que construye una refinería para aumentar la producción de gasolinas.

A México le convendría más armonizar las políticas energéticas con las de Estados Unidos que pretender llevar de vuelta al país a mediados del Siglo XX.

Pero lo que es muy mala idea es bloquear por razones ideológicas, incluso de forma ilegal, a las empresas de ese país que será la locomotora de la recuperación económica mexicana.