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Aunque el emplazamiento de los gobiernos de Estados Unidos y Canadá es para discutir con el de México su política energética porque la consideran violatoria del tratado comercial, el presidente López Obrador dice que no hay violación alguna, argumenta con sofismas y se apresta a encabezar una guerra patriótica por lo que nadie ha cuestionado: la soberanía nacional.

De los mejores entre los escasos ilustrados de su gabinete, el canciller Marcelo Ebrard también contempla una contienda ideológica, que no económica y legal: “Ahora la función de la Secretaría de Relaciones Exterior será apoyar, coordinar, junto con la Secretaría de Economía; presentar los argumentos y defender la soberanía de México, la autodeterminación de México, porque ningún tratado puede estar por encima de eso…”.

Y osó decir: “El argumento de los aranceles es en el peor de los casos, pero México también lo podría hacer, y ya en esta administración lo hemos sorteado varias veces.

Que yo recuerde, llevamos tres de esas y nunca hemos cedido”.

Aunque quizá Trump exageró al alardear con sorna que “dobló” al gobierno de AMLO a través, precisamente, de Ebrard, con la amenaza de los aranceles, ¿acaso México no cedió y levantó un muro militar para tratar de contener las avalanchas migratorias? Pese a sus asegunes, no es la política petrolera lo que está por debatirse, sino la eléctrica. López Obrador asegura que el entuerto “se limita a dos párrafos” del tratado: ‘Reconocimiento del dominio directo y la propiedad inalienable e imprescriptible de los Estados Unidos Mexicanos de los hidrocarburos”.

Una reportera le preguntó: –¿Este artículo que mostró ampararía el sector de la electricidad…? “Sí. Y además en el mismo tratado se establece el procedimiento para lo que tiene que ver con la electricidad, porque dicen: ‘Es que esto tiene que ver nada más con el petróleo, no con la comercialización o con el comercio’.

“¿Cómo no va a tener que ver si la energía eléctrica se produce en su mayor cantidad con gas…? La salida por peteneras es tan obvia como que se tienen hidroeléctricas y nadie está pidiendo revisar los tratados de aguas México-EU. El meollo es que López Obrador ha modificado leyes para reimponer los monopolios de la CFE y Pemex contraviniendo tanto la Constitución como los compromisos internacionales y la libre competencia del Estado Mexicano.

Ufano de su empeño por garantizar la soberanía en el T-MEC, quizá no sepa que el 27 de agosto de 2018 su actual embajador en China y negociador de última hora del T-MEC, Jesús Seade, aseguró: “El presidente electo ha sido muy claro desde toda su campaña, casi en todas las formas, al enfatizar que no va a echar para atrás la reforma energética (de 2013). No piensa cambiar la Constitución.

Él respeta el marco legal como lo tenemos y eso incluye por supuesto los contratos, que son parte del marco legal, los contratos como los tenemos…”. Ese, no otro, es el canijo problemón.