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Hoy es el Día de la Independencia en Estados Unidos; hoy no operan los mercados y, por lo tanto, es un día muy tranquilo para el resto de las plazas financieras. Ni se diga para México, donde los desamparados operadores bursátiles no tienen mucho para dónde hacerse.

El que no esperó hasta este lunes para lanzar su grito de independencia y tañer las campanas monetarias fue el Banco de México (Banxico). El autónomo banco central mexicano dejó de lado el discurso vigente el año pasado de esperar a la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) y actuó.

Hay que recordar que durante el segundo semestre del año pasado, el Banxico dejó claro que esperaría y seguiría los pasos de la Fed al pie de la letra, tanto que hasta modificó su calendario de reuniones de decisión de política monetaria para llevarlas a cabo justo un par de días después de las reuniones del Comité de Mercado Abierto de la Fed.

Era lógico, no había más presiones para las tasas de interés en México que las amenazas de cambio en la política monetaria estadounidense, tras un largo periodo inédito de tasas de interés en cero y programas de liquidez extrema.

La expectativa de ese cambio movía, y hasta la fecha mueve a los mercados, por lo tanto la lógica hablaba de seguir los pasos de Janet Yellen y el resto de los tomadores de decisiones de ese país.

Cuando llegó el primer aumento a la tasa de referencia por parte de la Fed en diciembre, el Banco de México al pie de la letra con el guion recetó un aumento y refrendó su compromiso de seguir a la autoridad monetaria del norte.

Pero en México este año se descompusieron las cosas. El petróleo continuó con su baja a niveles alarmantes, los ingresos fiscales se derrumbaron y con ellos crecieron los temores externos de una enfermedad macroeconómica importante.

El tipo de cambio se siguió deteriorando hasta niveles máximos históricos; vamos, nunca había estado tan caro el dólar en la historia.

Fue por esos días de febrero que el Banco de México declaró su independencia de la política monetaria de Estados Unidos. No había más remedio, había que actuar.

Ante la falta de soluciones fiscales efectivas, el banco central optó por un aumento de 50 puntos base, que llevó la tasa de interés a 3.75 por ciento. Se había concretado la separación de las acciones de la Fed.

Funcionó muy bien al principio, pero el deterioro fiscal ha continuado y con él los temores de los mercados que se refleja muy bien en esa salida de 11,500 millones de dólares del mercado de deuda gubernamental en lo que va del año.

Ciertamente, el Brexit precipitó las cosas. Pero los factores que llevaron al Banco de México a decidir un aumento de otros 50 puntos base el jueves pasado son internos.

Hay un traspaso de la depreciación del peso a la inflación y aunque las posibilidades de un aumento de la tasa de interés en Estados Unidos hoy son menores, había razones suficientes para endurecer el brazo monetario de las tasas de interés.

Fue pues una independencia forzada por las circunstancias, porque la realidad es que el día que finalmente la Fed decida subir sus tasas de interés, de inmediato o tan pronto como la siguiente reunión programada, el Banxico subirá la tasa.