Elecciones 2024
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Acompañado de su familia: sus cinco hijos y su actual esposa, la guapa inmigrante eslovena Melania Knauss, quien por cierto lució un peinado parecido al de su marido con la diferencia de hacerse el copete del lado contrario y de tener el cabello más largo, abundante y de color castaño; Donald Trump, el estadounidense de mayor edad (70 años) en asumir al cargo presidencial y el único sin previo servicio en el sector público o en las fuerzas armadas, juró solemnemente, ante dos biblias, la tradicional que perteneció a Abraham Lincoln y la familiar que le heredara su madre, la inmigrante escocesa Mary Anne MacLeod, ejercer fielmente el cargo de cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos.

Nótese el énfasis sobre el carácter de inmigrantes tanto de la madre —ya fallecida— como de la esposa —de 46 años— de Trump, únicamente para traer a este escrito el refrán que dice: “Lo que no has de poder ver, en tu casa lo has de tener”. Aunque para el neoyorquino que intentará —¿lo logrará?— gobernar el país más importante del mundo como si fuera una de sus empresas, no es lo mismo ser migrante europeo que latinoamericano. Como no es lo mismo viajar en primera clase que en categoría turista o no es igual la seda que la jerga.

En su discurso de toma de posesión, el misógino y racista pero ignorante presidente 45 de Estados Unidos planteó un panorama sombrío que no corresponde a la imagen que de Estados Unidos tienen los propios estadounidenses ni el resto del mundo. Expresó: “Durante muchas décadas hemos enriquecido a la industria extranjera a costa de la industria americana y subsidiado los ejércitos de otros países mientras permitimos el debilitamiento de nuestras fuerzas armadas”. (¿En qué momento de la historia se cambió la política del Big Stick por la del Buen Samaritano?).

“Hemos defendido las fronteras de otros países mientras nos negábamos a defender las nuestras (de manera franca debió hacer notar que por la frontera sur se introdujeron las drogas con las que se intoxicaron sus soldados para, como perros con pedigree: bien cruzados, “defender” las fronteras ajenas) y gastado millones y millones de dólares en el exterior (¡oh bondadosos señores del in God we trust!) mientras la infraestructura de América iba herrumbrándose y decayendo. Hemos enriquecido a otros países mientras la riqueza, la fuerza y la confianza en nuestro país se desvanecía en el horizonte. Una por una las fábricas cerraban y se iban de nuestra tierra (en primera no todas, en segunda lo hicieron por así convenir a sus intereses económicos) sin siquiera un solo pensamiento acerca de millones y millones de trabajadores americanos que quedaban atrás. Los bienes de nuestra clase media fueron arrebatados de sus hogares y luego redistribuidos por todo el mundo”. (Respecto a esto, a un primo mío le tocó una podadora de pasto; no sabe qué hacer con ella porque vive en un departamento en Narvarte).

La manera de dramatizar su discurso lleva al hombre anaranjado a mentir sin escrúpulos. El filósofo de Harvard, Aaron James, en su estudio psicológico sobre el megalómano Donald Trump, nos dice que son muchas las cosas de las que el hombre de cabello de hamster no se da cuenta; “por lo tanto no es extraño que apoye de forma sincera un razonamiento como este: Problema: Estados Unidos está perdiendo su esplendor. Responsable: Nuestros políticos, que son estúpidos. Resolución: Empezar a triunfar otra vez. Héroe: Trump, porque soy un triunfador colosal y voy a hacer que todos ganemos juntos”.

El narcisismo de Trump es tal que en su discurso del pasado viernes, más parecido a una arenga de campaña, que al de ascensión a la máxima magistratura del país más poderoso del mundo, no mencionó a ningún héroe estadounidense o mundial cuyo pensamiento coincida con el suyo y dé soporte o inspiración a sus ideas. Sólo sus chicharrones truenan y su enloquecida percepción de la realidad es la auténtica y verdadera.

De su alocución destacaré dos ideas, una cuando manifestó: “Seguiremos dos reglas muy sencillas: compre americano y contrate americano”. La otra es una amenaza espeluznante: “Haremos más fuertes nuestras alianzas y haremos otras nuevas y uniremos al mundo civilizado contra el terrorismo islámico, al que erradicaremos totalmente de la faz de la tierra”.

De la expresión de ambos conceptos deduzco que a Trump, como dijo Alair Townsend, quien fuera alcaldesa de Nueva York, no hay que creerle aunque su lengua estuviera notariada y además —esto lo digo por mi cuenta— es hipócrita: Trump tiene participación en 500 empresas en 20 países. Numerosos edificios llevan su nombre desde Corea del Sur y las Filipinas hasta Uruguay. En cuanto a sus odiados musulmanes, en Indonesia, el único país que sin ser árabe la mayoría de su población es musulmana tiene 17 campos de golf. También fue el creador de un desarrollo residencial de dos torres de 40 pisos en Estambul, Turquía; un hotel de lujo en Bakú, Azerbaiyán en el Mar Caspio, el Trump International Hotel & Tower Baku. Así mismo, su organización tiene planes para abrir dos complejos de golf en Dubai, Emiratos Árabes.

Pondré punto final a mi colaboración con una definición que del nuevo presidente estadounidense hiciera el comediante y presentador de televisión, Stephen Colbert: “Trump es imparable. Es como Godzilla con menos conocimientos de política exterior”.