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Sí, yo también soy migrante, hijo de migrante, y nieto de emigrantes. Florestán citándome.

México siempre ha sido un país expulsor y receptor de migrantes, territorio de tránsito, y nunca nadie en el mundo dijo nada. Les era un asunto lejano, ajeno y sin importancia.

Tras la segunda guerra mundial 1939-45, se dieron grandes migraciones después de que los aliados se repartieran Europa. Debo señalar la emblemática emigración española que llegó por la generosa solidaridad del general Lázaro Cárdenas, trasterrados que vinieron a enriquecer a generaciones de jóvenes, crear y fortalecer instituciones y país, con el sueño sepultado de volver algún día al fin del régimen, pero el dictador murió hasta el 20  noviembre de 1975, lo que ya pocos celebraron por el paso de tantos años.

Todas aquellas migraciones se dieron en la primera mitad el siglo pasado, y hoy solo queda memoria escrita, el nuevo milenio, y su vértigo, las llevaron al olvido.

Pero los nuevos tiempos provocaron una nueva oleada de cientos de miles de migrantes de África a Europa, creando un problema humanitario de dimensiones que esta generación no había conocido, con miles de muertos ahogados en el Mediterráneo, rechazados o hacinados en campos de detención, todos en su afán común de encontrar una vida y no morir de hambre o a tiros.

Y aquí, mientras tanto aquí siguieron las corrientes de mexicanos cruzando a Estados Unidos en busca del sueño americano, lo que se agravó cuando se sumaron los centroamericanos y así llegamos a esta semana, con miles de hondureños cruzando la frontera de México para luego intentar pasar la de Estados Unidos.

A ellos los mueven las mismas razones de todas las migraciones: escapar del hambre y la violencia, nada nuevo, pero sí las condiciones.

El gobierno de México quedó ensangüichado entre ese torrente humano y las amenazas de Trump que quiso usar al Suchiate como su frontera sur.

Y al no lograrlo, el gobierno de México les ha permitido el paso y mil 700 ya hicieron su solicitud de asilo, endureció el tono y amenazó con militarizar su frontera sur, ignorante de que no puede desplegar al Ejército en su territorio, pero lo usa.

Estamos ante una crisis no prevista de fin e inicio de sexenio en México, entre las presiones de las caravanas de migrantes centroamericanos y las de Trump, a dos semanas de sus elecciones intermedias, que no sé, aún, como en la encuesta del aeropuerto, qué desenlace vayan a tener, si es que tienen alguno bueno para todos, que hoy no veo.

RETALES

  1. RELEVO.- Me gustó la claridad de Marcelo Ebrard desde Canadá, al denunciar la relación entre la caravana migrante, Trump y las elecciones intermedias de Estados Unidos, el 6 de noviembre;
  2. SILENCIO.- En el primer círculo del presidente electo López Obrador, ha quedado fuera de la conversación el tema de los aeropuertos. Es un asunto cerrado por él mismo y no se aceptan opiniones; y
  3. REGRESO.- Elba Esther Gordillo se reunió con jóvenes maestros en un salón de fiestas donde reivindicó la presidencia del SNTE y avisó que va por su control. ¿Servirá este regreso a la cuarta transformación?

Nos vemos mañana, pero en privado.