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Donald Trump ya no marca, por ahora, la agenda de su propio país. Pero haber perdido esa facultad es un problema menor comparado con la dimensión del conflicto entre Israel e Irán que implica riesgos mayores para su plan de gobierno y para todo el mundo.

De acuerdo con una encuesta levantada esta semana por The Economist y YouGov, 60% de los estadounidenses creen que su Ejército no debería involucrarse en el conflicto entre Irán e Israel. Sólo 16% apoya abiertamente esa intervención militar.

Es más, entre los republicanos es una mayoría de 53% la que se opone a una intervención militar de ese país en Medio Oriente.

Como referencia, una encuesta de Gallup de abril pasado muestra que 70% de los republicanos apoyaban la política arancelaria del presidente Trump, a pesar de que una mayoría entendía que esos impuestos implicarían mayor inflación.

Y esa es precisamente la encrucijada que puede acabar con el proyecto Trump 2.0.

La festejada inflación general de mayo pasado en Estados Unidos de 2.4% tuvo ese componente de baja en los precios de los energéticos que encubrió un poco los efectos que empiezan a notarse por el incremento en el precio de los bienes importados, que claramente van al alza por los aranceles.

Muchos analistas piden no cantar victoria en cuanto aquello de la inocuidad de los aranceles y su traspaso a los precios al consumidor, incluso la Reserva Federal advierte que el índice de precios al consumidor podría regresar a 3 por ciento.

La incertidumbre es lo que pesa, porque no está claro que sea inevitable un impacto en los precios del petróleo, del gas, de las gasolinas, por una acción militar directa de Estados Unidos.

Si Irán decide atacar las rutas de abastecimiento del petróleo árabe, por supuesto que se disparará el precio de los hidrocarburos y el traspaso es muy rápido a los precios de las gasolinas y de ahí a las actividades del transporte, lo mismo de pasajeros que de mercancías.

Con un repunte en los precios de los combustibles que presionen la inflación, también habría repuntes en los costos empresariales que desanclen las estimaciones de baja inflacionaria y compliquen la política monetaria.

Con la economía estadounidense en un momento frágil, un aumento en los precios de los energéticos puede tener el doble efecto de presionar la inflación y disminuir la actividad económica, lo cual se traduce, entre otras cosas, en puntos negativos para la causa política de Donald Trump.

No tiene una sola cara positiva un conflicto armado, ¿cuándo fue oportuna una guerra? Y menos una con la dimensión de los países involucrados en el actual trance en el Medio Oriente, pero si finalmente Donald Trump decide dar ese paso militar hacia delante, tendrá que reconsiderar muchas de sus políticas anunciadas.

Vamos, olvidémonos de que se quede con Groenlandia, vería frustrados muchos de sus proyectos más radicales planteados hasta ahora.

Tendría que moderar su guerra comercial para paliar los efectos económicos negativos de ver a Estados Unidos en guerra con Irán.

Ahora, tan incierto como el futuro de esa guerra es la reacción que pueda tener Trump en caso de que ese conflicto descomponga más el panorama económico.

Con la economía estadounidense en un momento frágil, un aumento en los precios de los energéticos puede tener el doble efecto de presionar la inflación y disminuir la actividad económica.