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No hay pronóstico que valga con Donald Trump, pero si La Casa Blanca quiere ganar la partida comercial y obtener algunos resultados en materia de combate al narcotráfico y la inmigración ilegal, debería dar por cancelada la amenaza de aranceles que vence dentro de una semana.

Que lo haga como una concesión de último minuto y con toda su arrogancia, pero si Trump no frena estos aranceles aplicables a partir del martes 4 de marzo, perderá la partida más importante de la relación bilateral que pasa por temas que sí son comerciales y que tienen que ver con China.

De acuerdo con la agencia Bloomberg, el secretario de Comercio de Estados Unidos, Howard Lutnick, abrió a su contraparte mexicano, Marcelo Ebrard, una puerta de salida para evitar aranceles de 25% a las importaciones mexicanas, aranceles diferentes a los advertidos por temas de seguridad.

La salida es la aplicación en México de impuestos de importación a los productos chinos.

Ese es el estilo de Trump para presionar, pero hasta los canadienses han reclamado a México por ser tan laxo con las importaciones de China, cuando el resto de Norteamérica mantiene una postura más restrictiva.

Resulta evidentemente cómodo para el mercado mexicano tener la puerta abierta a las importaciones chinas porque la entrada de productos de consumo a bajo precio permite paliar los bajos ingresos de la población.

Sin embargo, sí es un problema que muchas de las importaciones baratas respondan a una política de subsidios gubernamentales del país de origen y no sólo al volumen o las escalas.

El propio secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, describió perfectamente dónde está la disparidad, la deslealtad de este comercio, con eso de: “China nos vende y no nos compra”.

Pero, no para en el consumo, muchas empresas han encontrado en China un canal de proveeduría de insumos de buena calidad y a precios incomparables. Muchos de los bienes terminados acaban en el mercado norteamericano.

Si finalmente el gobierno mexicano opta por aplicar aranceles a las importaciones chinas, o a algunas de ellas, por supuesto que será por la presión y la exigencia de Donald Trump.

Claro que tiene que haber un privilegio al acuerdo comercial de América del Norte. De entrada, porque ellos sí consumen lo hecho en México, a razón de más de 80% de todas las ventas mexicanas al exterior.

Además, aplicar aranceles a los productos chinos no significa cerrar las fronteras a un país que se ha esmerado en mejorar la calidad de sus mercancías. Implica frenar una depredación comercial que ciertamente es política pública de las autoridades chinas.

Si llegan a aplicarse esos aranceles habrá que entender que es la mejor postura que puede, por ahora tomar, el gobierno mexicano.

Hay que entender que en estos tiempos se tienen que ir ganando batallas, una a la vez. La que sigue es hacer que Trump desista de aplicar aranceles por temas migratorios y de narcotráfico.

Después, debería venir el tema, ya en el ámbito comercial, de la proveeduría de productos chinos.

Pero nada garantiza que en cualquier momento se le ocurra algo nuevo para amenazar a México con más impuestos de importación.