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#LaPeorMamá ¡El ratón!
Foto de Archivo

Hace tiempo que a mis hijos no se les caía un diente. No sé en qué consiste, cada niño es diferente. De pronto, no sé si a tus hijos les pasa o les pasó, se les caen 2, 3 o 4 dientes en un periodo de 1 mes o menos. Y luego pasan meses y meses y nada. Y culpo a esta naturaleza de lo que me sucedió.

¡Cuidado! Este texto contiene secretos de papás, así que no se lo den a sus hijos.

Hace unas semanas, después de más o menos un año, mi hija pequeña me dijo:

Mamá. ¡Ya se me aflojó un diente!, súper emocionada ella, Seguro se me cae pronto.

Toqué el diente en cuestión y pensé: Este diente va a tardar meses, está bien duro. Pero no lo dije, en cambio:

¡Qué padre! Seguro ya no tarda, ¡Qué emoción!

Sobra decir que pasó más de un mes y que diario me preguntaba si ya casi estaba listo. Y por supuesto la prisa era porque llegará el ratón con un dinerito.

Acá en casa el ratón deja dinero cuando se cae un diente, en otros lugares sé que es el hada, también conozco casas en las que trae una sorpresa o un dulce (en contra de lo que cualquier dentista quisiera).

Cuando ya estaba casi que se caía le propuse arrancarle el diente para acabar con la desesperación, ya le he arrancado uno o dos, pero nada que se dejó. Y con su paciencia y la mía esperamos a que se cayera solo.

¡Ya se me cayó el diente!, gritó muy emocionada un sábado por la mañana.  Y no me lo tragué.

Felicidad total.

Guárdalo en la cajita para que no se vaya a perder. Y en la noche se lo dejas al ratón.

Así lo hizo, ella muy obediente.

Pasó el día, hicimos cualquier cantidad de cosas, por supuesto tomamos fotos del a nueva “ventanita”, toda la familia se enteró del diente, fuimos al circo y después a casa de unos compadres de donde salimos digamos después de las 12 de la noche y llegamos todos directo a la cama.

A la mañana siguiente, a la hora que mi hijo mayor me dio los buenos días, recordé el diente.

-¡El ratón! – Le dije entre susurros y desesperación al señor de la casa, quien me volteó a ver con cara de asombro y culpa.

Como la chamaca seguía dormida, según la información que me había dado mi hijo, decidí hacer una misión desesperada y un poco suicida para ir a dejar el dinero del ratón, deseando con todo mi ser que a mi hija se le hubiera olvidado dejar el diente.

Entré muy sigilosamente con mi billetito en la mano y cuando me iba acercando, que se levanta la niña.

-Buenos días, le dije aún con el billete en la mano.

-No vino el ratón, aquí sigue mi diente y no hay nada.

No puedo yo decirles la decepción en la cara de mi niña. Y yo: Piensa qué decirle, piensa rápido qué decirle.

-¿Cómo? Y ¿sí lo dejaste?

-Sí, ayer que llegamos.

-Bueno, es que llegamos tarde. Igual y lo pusiste después de que le tocó pasar por aquí y no supo que tenía que dejar algo. No encontró nada que llevarse. Hoy lo vuelves a poner.

-¿Y sí ya no pasa por aquí? ¿Qué tal que ya no me deja nada?

Por supuesto ella estaba desesperada y yo más, pero ya no quería decir más porque cada cosa que pensaba sentía que solo iba a quedar peor.

Fue un domingo difícil. Al menos el inicio, mi pobre hija estaba de lo más desilusionada y el señor de la casa y yo, sintiéndonos chinches.

-Y ¿si se lo pongo ahorita que está viendo la tele?-, le dije al marido.

-No, se va a dar cuenta. Espérate.

-Es que vela, pobre. Está toda triste.

-Pues sí, pero está peor que nos cache.

Así que esperamos todo el día y en la noche, en cuanto cayó dormida, corrimos a dejar el dinero del ratón. Cosa que es de verdad toda una misión imposible. No sé a quién se le ocurrió que el diente tiene que ir abajo de la almohada. Lo bueno es que la chamaca duerme como tronco.

A la mañana siguiente todo fue felicidad porque recibió sus 100 pesotes a cambio de su diente impecable.

Moraleja: Pon una alarma para no olvidar dejar el dinero del ratón.