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Para muchos consumidores esa discusión sobre si el Banco de México se animará a reducir este mes su tasa de interés a niveles de 4% o si bien la dejará en el actual 4.25% les parece incomprensible cuando ven que su tarjeta de crédito les cobra algo así como 36% anual en el mejor de los casos.

Sin duda, los usuarios de estos créditos quirografarios no son los mejores testigos de que una política monetaria de tasas bajas puede estimular el crédito. Y menos cuando se incrementan los índices de morosidad de los créditos al consumo y con ello suben las tasas de interés.

Las tarjetas de crédito, más que guiarse por la tasa interbancaria, se rigen por los riesgos de incumplimiento en el pago.

Hay otros consumidores que sí pueden gozar del beneficio de las tasas más bajas, como los acreditados hipotecarios o automotrices, u otros con créditos prendarios.

Y no hay duda, hay un gran deudor que aplaude cada vez que el Banco de México baja su tasa de referencia interbancaria y ese es el Gobierno Federal. Como gran emisor de deuda, goza del beneficio de destinar menos recursos al pago de intereses cada vez que el banco central toma un vuelo más alto de paloma en su política monetaria.

Pero todo tiene un límite, porque ese paraíso del dinero más barato también tiene consecuencias no tan positivas.

Hablando de los consumidores, aquellos que hace poco más de un año recibían los atractivos rendimientos de una tasa de 8% en Cetes, con una inflación inferior a 3%, hoy enfrentan las consecuencias de recibir un premio por sus ahorros que no cubre ni siquiera el aumento de los precios.

Y ese es justamente el gran problema que ahora mismo tiene la Junta de Gobierno del Banco de México frente a sí. Hoy la inflación anualizada, de acuerdo con el Inegi, es, en su medición general, de 4.05 por ciento. Ese es un nivel que ya está fuera del rango de la meta del banco.

Si el próximo 24 de septiembre la Junta de Gobierno decide rebajar su tasa de interés en otro medio punto porcentual, habrá quedado negativa con respecto a esa medición inflacionaria. A reserva de conocer cómo queda la inflación anualizada al cierre de la primera quincena de septiembre.

Suele ser el noveno mes del año uno de mayores presiones inflacionarias no subyacentes, pero este septiembre es diferente a todos los demás por aquello de la pandemia de Covid-19.

Lo cierto es que la inflación ha mantenido una trayectoria ascendente, en sentido contrario de la baja en las tasas de interés y aquello de mantener la inflación a raya es el mandato principal del Banco de México.

No es, para nada, una decisión tan lineal la que tienen que tomar en la Junta de Gobierno. La economía cae a doble digito y la pandemia altera el comportamiento de los precios. Pero la prudencia es uno de esos mensajes que los mercados siempre aprecian de las autoridades monetarias.

Matices en la decisión monetaria

Fuera de la meta

Hoy la inflación anualizada, de acuerdo con el Inegi, es, en su medición general, de 4.05 por ciento. Ese es un nivel que ya está fuera del rango de la meta del banco.

Tasa negativa

Si el próximo 24 de septiembre la Junta de Gobierno del Banco de México decide rebajar su tasa de interés en otro medio punto porcentual, habrá quedado negativa con respecto a la inflación.

Beneficia deuda interna

Hay un gran deudor que aplaude cada vez que el Banco de México baja su tasa de referencia interbancaria y ese es el Gobierno Federal. Como gran emisor de deuda, goza del beneficio de destinar menos recursos al pago de intereses cada vez que el banco central toma un vuelo más alto de paloma en su política monetaria.