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En los días llamados “santos”, en la que se conoce como “la semana mayor” —aunque dura siete días igual que todas— las noticias del escenario político escasean. Esto es natural por motivo de los días de descanso que nos tomamos con motivo de la Semana Santa. Ésta, oficialmente, únicamente consta del jueves y viernes “santos”. Pero por quién sabe qué insondable capricho del destino a los mexicanos, a los que no nos tocó en efectivo ningún moche de la constructora OHL en compensación, el arcano nos otorgó un gen de esta empresa, razón por la cual somos los mejores constructores de puentes vacacionales en el mundo. Por eso, los días de asueto de “Semana Santa” los comenzamos al mediodía del viernes denominado de “dolores” y los culminamos, algunos, el domingo de Resurrección. Otros se siguen con la semana de Pascua que, tal vez, por este motivo sea famosa por sus huevos.

Como quiera que sea los que nos dedicamos a pergeñar una columna periodística que se genera de los aconteceres políticos y/o sociales, siempre por estos días sufrimos para encontrar un buen tema. En esta ocasión pensaba yo escribir sobre los días santos durante mi niñez en León, Guanajuato. Los viernes de dolores siempre había, aun entre los más pobres, alguna familia generosa que otorgaba un vaso de agua fresca de sabores a los vecinos y a los visitantes. El agua fresca simbolizaba las lágrimas de la Virgen María, por el dolor que se avecinaba por el sufrimiento de su hijo.

Luego venía el Domingo de Ramos, donde se conmemoraba la entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén. Éxito apoteósico que hizo que el innombrable Poncio Pilatos y sus secuaces de la mafia en el poder Anás y Caifás dijeran que era un peligro para Judea. Por cierto para hacer su arribo a la plaza, Jesús pidió un burrito blanco, muy parecido al que hoy usa monseñor Rivera Carrera.

Los lunes, martes y miércoles se trabajaba y se asistía al colegio en horarios y condiciones normales. El jueves y el viernes cerraban negocios, escuelas, oficinas públicas y comercios. Tampoco habrían los cines ni lugares de diversión. Se procuraba guardar silencio y si la gente salía de casa era para visitar las siete iglesias; también se rezaba el Vía Crucis y se conmemoraba la Pasión desde muy temprano con el ayuno y hasta las tres de la tarde con la crucifixión; en las radiodifusoras sólo ponían música sacra y en los templos las imágenes de la Virgen y de los santos se tapaban con una tela morada. Eran auténticos días de guardar. (Yo aprovechaba para guardar mi ropa, mis libros y cachivaches que siempre tenía-tuve-tengo en desorden).

A las 10 y media de la mañana del sábado se abría la Gloria y tañían, al unísono, las campanas de todos los templos. Se quitaba la tela morada de las imágenes. Se quemaban los judas —cartón con cohetes—con las imágenes de Judas, el apóstol que traicionó al Maestro y la de Satanás. No sé cuándo vino la costumbre de hacer el Judas con personajes odiados por la población. Este año los artesanos hacedores de judas van a importar la figura de Donald Trump, a la que se agregarán las de los Duarte el gordito y el pelón, ambos saqueadores del erario, y, por supuesto, la del recién atrapado Tomás Yarrington Ruvalcaba, exgobernador de Tamaulipas, el que precisamente ayer, al comenzar la Semana Santa moderna, fue capturado en Florencia, Italia, tras la emisión de una ficha roja por la Interpol con la que colaboró la Procuraduría General de la República (PGR).

Entre otros delitos Yarrington está acusado de delincuencia organizada y de operaciones con recursos de procedencia ilícita. Fue trasladado a la cárcel de Sollicciano de donde será deportado a México, esperemos que pronto.

Como insinúo en el encabezado de esta columna el político tamaulipeco, protector de los zetas desde que era alcalde de Matamoros, producirá que la nota política no decaiga de las columnas especialistas de estos días. Por lo pronto habrá que comentar la cara dura del Partido Revolucionario Institucional, quien en cuanto se dio la noticia de la detención del tamaulipeco, que llegó al poder bajo las siglas del tricolor, emitió un boletín dando a conocer que el susodicho presunto delincuente fue suspendido de sus derechos partidistas desde el 2012 y el 16 de diciembre del 2016 fue expulsado del instituto político que, constantemente, insulta la inteligencia de los mexicanos. Yarrington fue alcalde de Matamoros de 1993 a 1995 y gobernador de Tamaulipas de 1999 al 2004.

Voy a transcribir uno de los anuncios de campaña que bajo los auspicios del PRI hiciera el hoy preso como candidato a gobernador: “Amigos tamaulipecos, ustedes me conocen. Me comprometo a realizar un gobierno que escuche al pueblo, cerca del pueblo. Un gobierno que muestre la cara amable de la función pública. Tamaulipas exige un nuevo estilo de gobierno. Soy hombre de palabra. Cumpliré”. El anuncio era rubricado con la frase musical: “Él es Tomás, no se hable más”. Pregunto: ¿Le seguimos creyendo?

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¿Felipe de Jesús es nombre propio? ¿O el Jesús es el que pone usted en la boca de Margarita cuando lo ve bien pedo y con ganas de mandar un tuit?