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Estaba claro que desde el gobierno y quien les acompaña no iban a resistir la tentación de presentar el dato de la encuesta sobre la confianza del consumidor, correspondiente al pasado mes de febrero, como un dato positivo.

Para la fotografía queda un incremento mensual de 11.1% en el Índice de Confianza de Consumidor, pero en la película completa aparecen los datos del comparativo anual, donde las caídas son abrumadoras, empezando por el propio indicador general que muestra una caída de 14.4 por ciento.

Si nos ahorramos el uso político de este indicador, tenemos una radiografía con mucha oportunidad de lo que podemos esperar con otros indicadores sobre el mercado interno en los meses por venir.

Si podemos dejar de lado los resultados de esta encuesta que elaboran de manera conjunta el Banco de México (Banxico) y el Instituto Nacional de Geografía y Estadística, tenemos frente a nosotros una medición de las noticias de enero pasado, contra la mayor tranquilidad que tuvimos durante febrero.

Enero fue el mes del gasolinazo, del aumento en la luz, el gas y hasta el Predial de la Ciudad de México. Fue el mes en que Donald Trump tomó el poder con una larga lista de amenazas a México, su gente y sus intereses.

Fue el mes en el que el Banxico dejó claro que usaría la batería de las tasas de interés para controlar una inflación que se apreciaba totalmente fuera de los objetivos. En fin, no fue un momento para sentirse muy a gusto con la economía.

En cambio, febrero fue el mes de la marcha atrás al ensayo de precios libres de las gasolinas y la promesa de regresar a los subsidios para evitar aumentos diarios que pudieran superar los tres centavos.

Esto mejoró la percepción, sin lograr que se pudiera regresar al terreno positivo de este indicador que no mide otra cosa que la percepción general y promediada.

Gráficamente, en términos mensuales, el comportamiento de la confianza de los consumidores es un rebote, como pelota, de un dato que había caído en picada durante enero.

Pero en términos anuales, es una trayectoria de caída sin freno desde finales del 2015.

En comparación con los sentimientos de los consumidores de hace un año, hoy el pesimismo se lo lleva la situación futura del hogar y sobre todo del país dentro de un año. Con un derrumbe de 20%, los encuestados ven venir una peor situación en adelante.

Aceptan que hoy están peor que hace un año, tanto en el hogar como lo que ven en todo el país y ha bajado considerablemente la posibilidad que reportan de comprar bienes duraderos.

Es verdad que las cifras disponibles del consumo, sobre todo de tiendas departamentales y autoservicios que son más oportunas que las cifras gubernamentales, muestran una baja en las ventas, pero tampoco hay correspondencia con el derrumbe de la confianza.

Lo cierto es que hoy los determinantes del consumo sí se han visto afectados, porque además de la caída en la confianza también hay una baja en los ingresos reales y la dinámica de creación de empleos se ha ralentizado junto con la actividad económica.

Tomemos pues el indicador de confianza como un reflejo de un momento complejo que, sin embargo, parece haber tocado fondo durante enero pasado.