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Ni siquiera habían transcurrido dos horas de su presentación en Palacio Nacional como nuevo director general del Instituto Politécnico Nacional, cuando comenzó a circular profusamente la serie fotográfica que muestra a Arturo Reyes Sandoval del brazo de Carlos Salinas de Gortari.

Ambos están rodeados por otros jóvenes mexicanos radicados en Londres. La mayoría cumplían con estudios de posgrado en centros universitarios de la capital británica, donde el expresidente priista se refugió hasta mediados de la década pasada. Reyes Sandoval ya había completado su doctorado en medicina molecular en el IPN y después de unos años de intenso trabajo en el Conacyt, alcanzó el nivel II del SNI, para incorporarse al Departamento Nuffield de Medicina, en la Universidad de Oxford.

El joven tezuiteco se reencontraba con Salinas de Gortari, después de dos décadas. En 1993 había concluido sus estudios como químico bacteriólogo parasitólogo en la ENCB —forma parte de una familia de ingenieros formados en el Poli— y el entonces director, Óscar Joffre Velázquez, le entregó un reconocimiento por su desempeño académico. Al finalizar ese año, acudió a la entonces residencia oficial de Los Pinos, para recibir de manos del Ejecutivo federal un premio nacional, como el mejor estudiante de microbiología en el país.

Reyes Sandoval estudió una maestría en citopatología y su doctorado en el Poli; recibió ambos grados, con mención honorífica y en el 2009 —tras de una estancia en el Instituto Wistar de Filadelfia— comenzó su trabajo para el Conacyt, como parte del comité científico encargado de evaluar a los estudiantes que solicitaban financiamiento para programas de posgrado en el extranjero.

En 2010 llegó a Londres, para hacer su posdoctorado e incorporarse en el Jenner Institute de Oxford. Allí coordinó un grupo de trabajo dentro de un programa de investigación en que buscaba desarrollar vacunas para cuatro epidemias emergentes, todas transmitidas por mosquitos: dengue, malaria, chikungunya y la enfermedad de chagas.

Un esfuerzo de dos décadas en el campo de la investigación biomédica, especializado en los vectores adenovirales de chimpancé, que en su momento fueron la base de la estrategia líder para la malaria, se probaron en dos vacunas contra el ébola en Oxford y ahora se materializó con las vacunas contra la Covid-19, desarrollada por esa institución y AstraZeneca.

La experiencia de Reyes Sandoval en el desarrollo de las plataformas de VLP como herramientas de inmunización y su reciente estudio sobre la capacidad de los patógenos para modificar su estructura para evadir las respuestas inmunes y continuar su supervivencia a expensas de los seres humanos, podrían aprovecharse directamente ante el reto que significa la elaboración de una vacuna mexicana contra el coronavirus.

En el 2016, el científico mexicano impulsó la firma de un memorándum de entendimiento entre el Departamento de Medicina de la Universidad de Oxford y media docena de instituciones públicas y hospitalarias en México y Brasil, en busca de una sede para un programa de investigación que desarrollara la vacuna contra el dengue y la chikungunya. Entre las instituciones convocadas estuvieron el IMSS —a través del Centro Médico Siglo XXI— y las universidades de Puebla y Michoacán.

Tales entornos de investigación colaborativa quedaron cancelados en este sexenio por la suspensión de las becas Conacyt, producto de la austeridad republicana.

Impecable, la hoja de vida del científico mexicano. Y en Palacio Nacional fue bien recibido, lo que contrasta con la reacción de la burocracia politécnica. La difusión de las fotos de Reyes Sandoval con el expresidente es la más leve…

De la decisión presidencial, ni hablar. El malestar, sobre todo, es con los huéspedes de Argentina 28. Y es que la oficina del titular de la SEP convocó a una pasarela, con la posterior integración de una terna, que —según ofrecieron los colaboradores de Esteban Moctezuma— llegaría al despacho presidencial. Dos destacados integrantes de la comunidad politécnica confirmaron que fueron entrevistados y hasta finales de la semana pasada alentados a esperar una invitación del Ejecutivo, que obviamente nunca llegó.

“AMLO dio un manotazo a los grupos que controlaron al Poli durante las últimas dos décadas”, celebran en el Palacio de Covián, “es un regreso a los orígenes”. Efectivamente, tras de la gestión del director fundador, Wilfrido Massieu, al IPN se incorporó el físico Manuel Sandoval Vallarta, quien regresó a México después de dar cátedra en el MIT.

Sin experiencia administrativa, quedará al margen de los grupos internos y de las delegaciones del SNTE, consideraron los aspirantes relegados en Palacio Nacional. “Va a tener que contar con la asesoría de aquellos que lo recomendaron desde la cancillería, porque llega sin equipo, con la urgencia de nombrar al nuevo secretario general, al director del Canal 11 y la obligación de convocar al Congreso Nacional”.

¿Recomendado por el canciller? ¿O por María Elena Álvarez-Buylla, cuyos lazos con la comunidad científica se han debilitado irremediablemente? Lo cierto es que la directora general del Conacyt y el subsecretario de educación superior, Luciano Concheiro, forman parte del núcleo duro de los mandos superiores de la Cuarta Transformación, donde también están la tesorera de la Federación en ciernes, Elvira Concheiro y su cuñada, Adelita San Vicente Tello, actual directora general del Sector Primario y Recursos Naturales Renovables en Semarnat; además de Enrique Fernández Faasnacht, exdirector del IPN y actual encargado del Tecnológico Nacional, y Carmen de la Peza Casares, directora adjunta en Conacyt y quien podría asumir la dirección de la televisora del Poli.

@aguirre_alberto