Elecciones 2024
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Alendista y nerudiano, Mauricio Alonso Toledo Gutiérrez es 100% chilango, aunque nunca ha negado sus raíces sudamericanas. Y por más que presuma de haber abrevado de las ideas de la utopía socialista que cortó de tajo la dictadura chilena, al paso del tiempo se convirtió —para bien y para mal— en uno de los exponentes de la burocracia perredista enquistada en los aparatos del Gobierno de la Ciudad de México.

Refugiados en México, con un pequeño hijo, los padres del legislador petista llegaron a la capital mexicana hace 45 años, procedentes de Santiago de Chile. Asentados en Coyoacán, vieron a sus hijos crecer en los barrios del sur del DF. Mauricio Alonso estudió en el CCH Sur, de la UNAM, donde no lo recuerdan entre los cuadros del CGH que puso las banderas rojinegras en la máxima casa de estudios cuando Rosario Robles era la jefa de gobierno.

Jiui —como le decían en la Espartaco— encajaría mejor en una definición que nunca ha podido trascender. Es un porro —describen excompañeros suyos, que ahora militan en Morena—, un soldado al servicio de los jefes de las tribus perredistas. Desde el maestro Arroyo, el líder del comité partidista en aquella colonia de Coyoacán, hasta el profe René Bejarano.

Con apenas 40 años y estudios truncos en la Facultad de Derecho de la UNAM, Toledo Gutiérrez militó en el PRD hasta el año pasado, cuando se incorporó a la bancada petista en San Lázaro. Desde el 2006, ininterrumpidamente ocupa cargos de elección popular: ha sido asambleísta dos veces y también diputado federal ese mismo número. En medio —entre 2012 y 2015— fungió como jefe delegacional en Coyoacán.

En esa etapa pasó de ser uno de los cuadros chilangos de Nueva Izquierda —la corriente perredista encabezada por Jesús Ortega y Jesús Zambrano— a miembro conspicuo del mancerismo. Y todo gracias al entonces secretario de Gobierno, Héctor Serrano, para quien sirvió como enlace eficaz con otros jefes delegacionales, principalmente panistas, en ese trienio. En el 2015, Toledo Gutiérrez regresó a la ALDF y encabezó la Comisión de Presupuesto.

Y hace tres años, con el aval de Mancera, ambos entraron a la lista de diputados plurinominales del PRD en la Cuarta Circunscripción. En el 2018, Claudia Sheinbaum fue blanco de “agresivas hordas” enviadas por el exdelegado para reventar sus eventos de campaña.

Cuando Serrano y Toledo se integraron a la bancada petista en San Lázaro, la jefa del Gobierno capitalino manifestó su inconformidad. Y con sobrada razón: el exjefe delegacional se ha erigido como el principal negociador de candidaturas… con el PT.

Hace 10 días, un bloque de congresistas de Morena, avalados por la presidenta del Consejo Nacional del partido, Bertha Elena Luján Uranga, remitió una carta al precandidato único a la gubernatura de Michoacán y alcalde con licencia de Morelia, Raúl Morón Orozco, para desautorizar cualquier colaboración con Toledo, quien presuntamente fue designado como “operador político” del PT para aquella entidad.

“Mauricio pretende infiltrarse en la Cuarta Transformación con el fin de dividir y deslegitimar al movimiento”, dice el documento que cuenta con la firma adhesiva de una veintena de líderes morenistas. “Es un símbolo de corrupción, que atacó ferozmente la creación de nuestro partido e incitó el odio hacia AMLO mediante una agresiva campaña negra”.

La Fiscalía General de Justicia de la CDMX ha presentado ante la Secretaría de Servicios Parlamentarios de la Cámara de Diputados una querella para iniciar el juicio político contra Toledo Gutiérrez. La Contraloría capitalina ya cuenta con un sólido expediente, sobre la evolución de su patrimonio y diversas conductas irregulares atribuibles a su gestión como delegado y diputado local.

Excéntrico, ubérrimo, mal hablado, prepotente… Toledo Gutiérrez atrajo la atención de los auditores capitalinos por su patrimonio inmobiliario, pero sobre todo el menaje de su casa. Su finca campestre de cinco hectáreas a la salida de Cuernavaca y su mansión en El Pedregal son el refugio de su colección de artistas plásticos mexicanos, que incluye obras de Chucho Reyes, Rafael Coronel, Rufino Tamayo y Leonora Carrington.

Del Señor de las Cajas de Zapatos —como le decían en su etapa bejaranista— a su bonanza inmobiliaria, no hay explicaciones en sus declaraciones patrimoniales. Pocos creen aquella historia que pinta a Toledo Gutiérrez como un adolescente de 14 años que se sumó al brigadeo cardenista. Y menos son aquellos quienes compraron la versión de su pertenencia a una familia chilena adinerada.

Antes de la pandemia era frecuente verlo desayunar en Plaza Oasis o gozar de su cava en el Suntory de Artz. El legislador petista no ocultaba sus frecuentes escapadas a Cuernavaca y Acapulco; tampoco, sus negocios entre los que destacan la renta de locales comerciales en el centro de Coyoacán y el usufructo de cantinas y restaurantes en distintos puntos de la ciudad. Y más recientemente, sus lofts en B Grand.

Efectos secundarios

Polémicas. Las adjudicaciones directas de contratos de obras y servicios en Petróleos Mexicanos son la tónica en el periodo de Octavio Romero Oropeza. Y las quejas por esas malas prácticas, también. La última está relacionada con la asignación del contrato 641009833, que después de una “evaluación legal, administrativa, financiera, técnica y económica” recayó en Grinnav, SA; OOS International, BV, y OSS Energy México, por la friolera de 52.77 millones de dólares (más de 1,134 millones de pesos). Marcos Herrerías mantiene un récord de 72% de adjudicaciones directas y un cúmulo de críticas por esas prácticas alejadas de la transparencia.

@aguirre_alberto