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Este es el nivel de comprensión del mercado cambiario. La cúpula de la 4T acusa a los conservadores de anunciar una devaluación del peso por estar a niveles de 20.40 por dólar. Pero afortunadamente, dicen, está sólo a 21.70. No es broma.

La obsesión con la paridad peso-dólar era comprensible hace 40 años cuando este país tenía un tipo de cambio fijo, la economía estaba cerrada y la deuda externa era un problema mayúsculo de las finanzas públicas.

Cada devaluación implicaba una crisis y por lo tanto un fracaso político del gobierno en turno. La última crisis devaluatoria sucedió en 1994. Desde entonces mucho ha cambiado ese mercado como para no entenderlo todavía.

Hoy, el peso mexicano es una de las divisas más operadas del mundo y si bien los factores internos siguen influyendo en sus movimientos, la mayor parte de las variaciones responden a factores externos.

Afortunadamente hemos visto como, hasta ahora, la formación de precios ha resistido bien las depreciaciones del peso. Hay productos importados que evidentemente se mueven a la par de la cotización del dólar. Pero en general, a pesar de los movimientos bruscos del precio del dólar durante el segundo trimestre del año, la inflación general no se ha descontrolado.

El peor momento para el peso, en lo que va de este año, fue cuando quedó claro que México enfrentaría la pandemia de Covid-19 sin planes emergentes de rescate de la economía. Los más de 25 pesos por dólar de aquellos días de marzo-abril anticipaban la caída del Producto Interno Bruto que finalmente tuvimos cercana a 20 por ciento.

Esos dólares de a 25 eran el resultado de que los capitales escapaban de los mercados emergentes más vulnerables, como el mexicano, a los refugios de costumbre en tiempos de turbulencia.

Los 21.20 de ayer 10 de septiembre, nos hablan principalmente de una nueva debilidad del dólar, de un apetito temporal por los rendimientos de mayor riesgo y de la expectativa de que los republicanos inyecten más recursos a la economía estadounidense en la recta final de la carrera presidencial.

Y en lo interno, el Paquete Económico presentado por el gobierno Federal no entusiasma a nadie, pero al menos deja ver la decisión de la 4T de apegarse lo más que pueda a una cierta disciplina macroeconómica.

Pero no, ni los dólares a 25 son una conjura conservadora, ni los dólares a 21 son un triunfo del gobierno federal.

Ayuda esta fortaleza temporal del peso a reducir la carga financiera de la deuda pública, es muy útil para que los precios directamente relacionados con el dólar no presionen la inflación que por ahora está fuera de rango. Pero no es una razón para aplaudir a un gobierno que se ha empeñado en espantar a los inversionistas que precisamente traen esos dólares a la economía mexicana.

Ojalá no canten victoria en las mañaneras con eso de la recuperación del peso, porque la incertidumbre sigue presente, tanto en la evolución de la pandemia como en la posibilidad de una recuperación económica.