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Es tiempo de preocuparse por la deuda externa del gobierno federal. A fines de marzo, fue de 173,924 millones de dólares. Esto es 12,315 millones de dólares más que a principios del año y una diferencia gigantesca respecto de la década pasada. En el 2008, era de 37,449 millones de dólares. En ocho años, las obligaciones del gobierno en moneda extranjera pasaron de ser 3.4% hasta 16.1% del PIB.

El crecimiento explosivo comenzó a mediados de la administración de Felipe Calderón. Entre el 2008 y el 2012 la deuda externa del gobierno se multiplicó por tres. Al entregar el gobierno, dejó 116,140 millones de dólares en pasivos denominados en moneda extranjera.

Incluso para un país como México, que exporta más de 30,000 millones de dólares mensuales, 173,924 millones de dólares es una montaña de dinero por pagar. Es 16.1% del PIB. Al hablar de los porcentajes, podemos mirar a otros países y decir que en Italia, España y Alemania la deuda es mayor a 100% del PIB.

Es tiempo de preocuparse por la deuda externa del gobierno, dije líneas arriba. Debo matizar: es tiempo de ocuparse de esta variable económica. Llevamos mucho tiempo sin prestarle atención. No ha sido tema nacional desde mediados de la década de los 90. Entonces, la deuda fue dinamita que estalló al comienzo del sexenio de Ernesto Zedillo. En 1995, la deuda pública externa llegó a ser 26.5% del PIB, en un contexto en el que las reservas del Banco de México no alcanzaban ni para pagar los intereses.

Más que el tamaño absoluto de la deuda, lo que preocupa es el crecimiento explosivo de la misma y las circunstancias en las que se enfrentará el servicio de la misma. La dinámica iniciada en el sexenio de Calderón ha continuado en esta administración. Entre fines del 2012 y marzo del 2016, ha crecido en promedio 1,400 millones de dólares mensuales. Un total de 57,784 millones de dólares.

La deuda ahora es casi el doble que la que había en tiempos de Zedillo. Vale aclarar que, dentro de la categoría deuda pública, se incluyen los pasivos de Pemex. Éstos ascienden a más de 87,000 millones de dólares. Por sí mismos, son mayores que la deuda que heredó López Portillo al final de su sexenio.

La noticia más tranquilizante, en torno a la deuda externa del gobierno mexicano, es que se trata de una deuda muy diferente a la de 1995. Ahora el país goza de credibilidad en cuanto a capacidad de pago y la estructura de la deuda está muy ordenada. Predominan los vencimientos a mediano y largo plazo. Los compromisos de corto plazo son perfectamente manejables para el gobierno de México. En el 2016, se deberán pagar 9,387 millones de dólares. En el 2017, los compromisos ascienden a 8,216 millones. En el 2018, serán 8,687 millones.

Hay que seguir de cerca la decisión de la Reserva Federal porque tendrá un doble impacto en la deuda mexicana. El primero será directo y está relacionado con el alza en las tasas de interés. Cada incremento en la tasa representa un aumento en los intereses que México deberá pagar. El segundo impacto tiene que ver con el tipo de cambio. Un alza de la Fed le pega al valor del peso y esto encarece el servicio de una deuda denominada en divisas duras. Los 37,449 millones de dólares que México debía en el 2008 eran una deuda a pagar con un tipo de cambio de 10.66 pesos por dólar. Los 173,924 millones del 2016 hay que cotizarlos arriba de 18 pesos por dólar. Es tiempo de ocuparse de la deuda externa del gobierno.