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Antes de que acabara el primer trimestre de este año, el presidente Andrés Manuel López Obrador citó al presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar Lomelín, para que a nombre del sector privado firmara un acuerdo de inversión según el cual la iniciativa privada habría de invertir 25 mil millones de dólares durante los dos años siguientes. Apenas cuatro meses después de esa fotografía, donde se ve al presidente y al empresario mostrando el documento recién firmado, la realidad es que se ve como una fantasía que el sector privado logre concretar esos montos de inversión.

Y pueden echar mentiritas, como sugiere Alfonso Romo, jefe de la oficina de la Presidencia, a los empresarios para tratar de engañar al Banco de México sobre los niveles de confianza tan menguados, pero la realidad es que no hay las condiciones para invertir esas cantidades en México.

Es muy probable que en el momento en que la 4T tenga que aceptar que no hay las tasas de crecimiento que se prometieron, habrá de venir algún reclamo hasta del propio presidente López Obrador al sector privado por no haber cumplido sus compromisos.

Y seguramente sus bases habrán de hacer eco de cualquier reclamo y acusarán a los empresarios de no hacer lo necesario por México.

Pocos recordarán que aquel llamado Acuerdo para Promover la Inversión y el Desarrollo Incluyente comprometía, no sólo a los empresarios, sino al gobierno a mejorar su gasto productivo.

Así, los empresarios prometían elevar los montos de inversión hasta 20% del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que el gobierno se comprometía a elevar su gasto en inversión física de 2.8 a 5% del PIB.

Desafortunadamente, por más mentiras que se echen, no hay las condiciones para lograr esos montos de inversión.

Lo que hay hasta ahora es una baja en la inversión fija bruta de más de 9% hasta julio pasado y un subejercicio del gasto primario de más de 5% del lado gubernamental. Y bueno, una economía estancada en el cero crecimiento, hasta el cierre de la primera mitad del año. Ésa es la verdad.

Ese Acuerdo para Promover la Inversión y el Desarrollo Incluyente fue una forma de echarle mentiras al Banco de México y al resto de los agentes económicos para proyectar confianza en el gobierno. Pero no ha funcionado.

Por más que muchos dirigentes empresariales se desvivan en quererse mostrar confiados y optimistas, la realidad es que los números los desmienten. Porque la confianza no se gana con la fotografía de un documento firmado, sino con su cumplimiento.

Ese famoso acuerdo contemplaba, por ejemplo, cumplir los contratos de inversión entre empresas y el sector público en materia energética, fomentar la producción de energías limpias, ¡desterrar la corrupción de la Comisión Federal de Electricidad! Además de proyectos para construir carreteras, puertos, puentes y demás cosas que hoy simplemente no hay.

Pueden echarles todas las mentiritas que quieran al Banco de México, a los mercados, a las corredurías o a los organismos internacionales, no se las pueden creer, porque lo que ellos ven son números, no actos políticos.

Y los que hoy se las compran en las bases de apoyo de la 4T, las seguirán creyendo hasta que la terca realidad no toque las puertas de sus propias finanzas personales.

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