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Seis días, ése es el tiempo que le queda a los líderes de la eurozona y a Grecia para llegar a un acuerdo que asegure la permanencia de Grecia dentro de la zona euro y así evitar una crisis que podría tener consecuencias muy graves para Europa y repercusiones a nivel global.

Aunque Grecia es una economía pequeña y el tamaño de su deuda a nivel global es insignificante -Grecia representa 2% del PIB de la eurozona y tiene apenas 11 millones de habitantes- su insolvencia y abandono del euro como moneda podrían provocar una corrida bancaria devastadora en otros países europeos.

Asimismo, la crisis griega ha adquirido tintes geopolíticos trascendentales, ya que Rusia ha aparecido como un posible rescatista griego. Está claro que cualquier rescate proveniente de Rusia tendría una serie de condiciones para Grecia, como el acceso directo al Mar Mediterráneo, que serían amenazantes para el mundo occidental.

En un editorial de este fin de semana, Larry Summers, ex secretario del Tesoro de Estados Unidos, argumenta que la salida de la eurozona condenaría a Grecia a convertirse en un Estado fallido con costos económicos y políticos mucho más altos para el resto de Europa que cualquier rescate. En este contexto, los líderes helénicos han intentado estirar la liga hasta las últimas consecuencias a sabiendas de que un rompimiento en las negociaciones es lo menos deseable para ambos bandos.

El desenlace es incierto pero inminente, alguien tendrá que ceder. El 29 de junio Grecia tiene un vencimiento por 1,600 millones de euros con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el 9 de julio tiene otro por 2,000 millones de euros con tenedores de bonos -en conjunto, Grecia debe pagar 18,668 millones de euros de aquí a fin de año. La situación de Grecia es claramente de insolvencia y estos pagos no se harán si no recibe fondos de apoyo de sus acreedores.

Ayer lunes, los líderes de la eurozona y Grecia tuvieron una reunión de emergencia en la que aparentemente se lograron avances importantes en las negociaciones, pero sin una conclusión definitiva a la hora que se cerró esta publicación. Este miércoles habrá una nueva cumbre donde se tratará de llegar a un acuerdo de última hora.

De no haber un acuerdo para entonces, Grecia incumplirá sus pagos con el FMI y el día 30 estará oficialmente en incumplimiento. El incumplimiento haría que el colateral usado por los bancos griegos -bonos soberanos de Grecia- para obtener préstamos del Banco Central Europeo (BCE) pierda su valor.

Esta situación muy probablemente orillaría al BCE a dejar de funcionar como prestamista de última instancia para los bancos griegos, acentuando la corrida sobre el sistema bancario griego y haciendo la salida de Grecia de la eurozona prácticamente irreversible.

No obstante, el BCE podría decidir seguir funcionando como prestamista de última instancia hasta el 20 de julio, cuando hay un vencimiento ante el BCE por 3,500 millones de euros. Aunque hay otros temas aún en la mesa, el impasse para liberar los fondos de rescate está principalmente ligado a diferencias en tres puntos: i) la insistencia del gobierno griego de recontratar a todos los burócratas que fueron despedidos por el gobierno anterior, como parte del plan de austeridad acordado con el FMI; ii) la resistencia a recortar las pensiones del sector público, y iii) la resistencia a hacer privatizaciones y otras reformas estructurales. Los primeros dos puntos son tal vez los más controversiales, ya que el gobierno griego está encabezado por un partido político que hizo promesas de campaña concretamente con estas banderas.

En resumidas cuentas, el costo de estos puntos es de alrededor de 10,000 millones de euros, lo cual parece insignificante ante las posibles consecuencias de una salida griega. Sin embargo, los líderes de la eurozona consideran esto un chantaje y un pésimo antecedente para la política europea. Será interesante ver quién parpadea primero.