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El presidente mexicano sigue el manual chavista iniciado por Fidel Castro en los 90 y concluido totalmente en 2004. De ese manual, el presidente mexicano, sólo pospuso la indicación de cambiar la Constitución: todo lo demás lo hizo.

En la economía, empezó por cancelar el aeropuerto de Texcoco, que sacó a los empresarios del poder político, al que habían entrado por el peso que dio la democracia a la creación de empleos en el poder privado, con inversión nacional y extranjera.

Chávez hizo lo mismo en Venezuela en 2003, al despedir de la paraestatal petrolera PDVSA a 17 mil 871 altos gerentes y técnicos de PDVSA: 20 años después, Venezuela no puede producir gasolina y debe contrabandearla con Irán.

Al momento del despido de aquellos 17 mil 871 altos gerentes y técnicos, PDVSA encabezaba el ranking mundial en empresas petroleras, y Venezuela tenía las mayores reservas de crudo en el planeta. Dos décadas después, Venezuela lleva 90 días sin gasolina.

En el control de medios, el presidente mexicano lo tuvo muy fácil, porque en México casi ningún dueño de medios vive de los medios, sino de negocios con el gobierno, que adquiere a través de los medios: al ser contratistas del presidente, el presidente los domina.

La Casa Gris exhibió esto: aun pagando fortunas en publicidad, Peña no evitó que los medios publicaran sobre la Casa Blanca. Este presidente, sin pagar un peso (salvo a La Jornada) evita que los medios tradicionales publiquen sobre la Casa Gris.

El chavismo, en cambio, tuvo que hacerlo a la mala. En Venezuela, los dueños de medios eran ricos sólo vendiendo noticias, sin tener negocios de hospitales o venta de coches al gobierno. Por eso Chávez les dijo “me los venden o los encarcelo”: se los vendieron.

En el control de los tres Poderes, también le ha sido fácil al presidente mexicano: el Ejecutivo y el Legislativo se lo regalaron los 30 millones de votos de los ciudadanos en 2018; el Judicial está casi en sus manos, gracias a su lengua viperina y a sus trampas.

Sabiendo que es ilegal, les expropió el dinero de jubilación a los trabajadores del Poder Judicial, diciendo que es dinero robado “al pueblo” y eso enoja “al pueblo”. Pero como es ilegal, el Poder Judicial frenará la expropiación: lo que no tizna, mancha.

Reventando a la Corte, el presidente mexicano entregará el poder con el manal castrochavista cumplido, salvo en el cambio de Constitución, pero en 2026, ya con un Poder Judicial controlado, quien él deje a cargo en la presidencia cambiará la Constitución.

¿El INE? Ya está en sus manos. Córdoba y Murayama sólo fueron gallitos cuando sabían que ya se iban.

Antes, le dieron todo.